Sep 02, 2014 nutyvida Perfiles Comentarios desactivados en Ennio Vivaldi Véjar, Rector de la Universidad de Chile, De tangos, operas y más…
Su “interés por la Universidad de Chile, por lo que era como institución”, y quizá porque su padre también médico y profesor universitario, “era demasiado famoso en Concepción”, llevaron al actual Rector de la Universidad de Chile, Dr. Ennio Vivaldi a tomar la decisión de viajar hasta Santiago para estudiar Medicina, carrera de la que se tituló en 1974.
Declarado Hijo Ilustre de Concepción a comienzos del mes de agosto, la recuerda como “una ciudad bastante integrada”, con “mucha influencia obrera, de sindicatos, que también marcaba la experiencia que uno tenía como estudiante”.
Con dos hermanos, ambos médicos: Eugenio, obstetra que trabaja en su ciudad natal y María Teresa, la menor, cardióloga en el Massachusetts General Hospital de Boston, Estados Unidos. Es hijo de Ennio Vivaldi Cichero, profesor Emérito de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción, y de María Véjar, profesora de Castellano y Literatura, académica de la Universidad de Concepción, profesora y orientadora en el Liceo Experimental de Concepción. Reconoce en su familia “vocación docente”.
Ex alumno del Liceo Enrique Molina Garmendia “a mucha honra, en un momento en el cual era obvio que uno estudiaba en los Liceos, los hijos de los profesores universitarios estudiaban en los liceos”, recuerda que además de extrañar el paisaje y los amigos, Santiago de 1967 lo sorprendió como una ciudad “segregada socialmente”. “Una ciudad más extensa, menos integradora”. Recuerda al Pepe Pato, ese personaje del humorista Jorge Romero, Firulete, que creía de ficción. «Y aquí me enteré que existían de verdad, porque ese era un personaje estrictamente santiaguino, esta gente que hablaba así como Pepe Pato no existía en las regiones”. Cuenta que primero se quedó en la casa de un familiar y luego, en tercero o cuarto de medicina “con cinco compañeros arrendamos un departamento”.
¿Dónde estaba ese departamento?
Estaba cerca del Parque Bustamente. Una calle corta que se llama José Arrieta y que es paralela a Vicuña Mackenna, entre Rancagua y la calle Viña del Mar. Ëramos cuatro estudiantes de medicina y uno de derecho”.
Una época convulsionada ¿Cómo la vivió, qué recuerdos tiene de ese período?
Es un período muy importante, de grandes expectativas, de grandes anhelos. Probablemente pocas veces a los jóvenes les es permitido tener esa percepción de una gran apertura y de una gran posibilidad de llegar a construir una sociedad muy distinta y muy cercana a los ideales que la juventud suele tener respecto a lo que debiesen ser las relaciones sociales, la estructura económica de un país. La convulsión quizá a esa edad no se siente tanto, probablemente debe ser distinto si uno es padre de familia.
Es que medicina es una carrera muy cercana a lo popular, prosigue, están los Consultorios, los trabajos voluntarios, había mucho de eso, mucho de eso. A mí me tocó vivir no solo la parte de política nacional, sino que la reforma en que Alfredo Jadresic (Profesor Emérito de la Universidad de Chile y ex Decano de la Facultad de Medicina) fue un personaje muy importante.
Ennio Vivaldi Véjar cuenta que su abuelo y sus hermanos “probablemente por la crisis” llegaron en 1901, directamente a Concepción, desde un pueblo “muy chico, un pueblo medioeval en su arquitectura y en su mentalidad” cercano a San Remo, en la zona de Liguria. Pero ese abuelo vuelve, en 1914 para luchar en la Primera Guerra Mundial, se casa y regresa a Chile para quedarse.
Una familia de costumbres muy fuertes. “Todos en la mesa a la misma hora, dar cuenta, el respeto por todos los seres humanos”. Un mundo “cero clasista” destaca, en el que sin ser “particularmente religiosos”, “también hay mucha influencia católica” y “hasta el día de hoy la comida es estrictamente, no solamente italiana, sino que de recetas familiares, lo que es típico de los mediterráneos en general, que tienen sus recetas, su forma de hacer las salsas, sus masas favoritas, su forma de cocinar. Y eso se mantiene muy fuerte”.
“Pero también una absoluta integración e identidad con la condición de chileno”, subraya. “No hay tal cosa como sensaciones de gueto o cosas por el estilo. La identidad es cien por ciento chilena. Es más bien el reconocimiento de que hay una herencia, una vertiente, y eso influye en muchas características de personalidad obviamente”.
Afirma que su plato favorito son “las masas sin lugar a dudas” y que el minestrón “también era un plato importante de la infancia”. Y agrega, “las masas, todas ellas, pero las corbatitas hechas en casa con pomarola eran una cosa maravillosa”. “También la influencia del aceite de oliva, del vino, de las aceitunas; son cosas propias de la tierra de mi abuela”.
Italia debe ser el único país del mundo en que el fútbol no se llama fútbol ¿Le gusta algún equipo?
El calcio, por supuesto. Soy hincha de la Sampdoria, en gran parte porque es la tierra de mis abuelos. Hay dos equipos de La Liguria, que son el Genoa y la Sampdoria. Además le recuerdo que una de las primeras exportaciones que hizo Chile a Europa fue Jorge Toro, que fue a jugar a la Sampdoria, después del Mundial de 1962.
¿Y en Chile?
El Audax Italiano.
¿Recuerda algún período en especial?
Cuando salió Campeón en 1957 por supuesto, con Ladislao Pakosdy como Director Técnico. Yo tenía siete años y me acuerdo que estaba Chirinos al arco; Yori, Miranda, Escobar; Vera, Astorga; Carrasco, Martínez, Espinoza, Tello y Águila.
¿Nunca lo tentó la Universidad de Chile?
Por supuesto que sí. Siempre hay una gran afinidad por la Chile en todo. No siendo un partido de la U y el Audax, voy a estar por la U siempre, siempre. Incluso voy a estar por la U aunque por conveniencia en una liguilla o algo por el estilo al Audax le conviniera que la U perdiera. Nunca voy a querer que la U pierda, esa es una lealtad incondicional, y probablemente debo reconocer que uno de los partidos que sigo con mayor fervor, más que un partido del mismo Audax, es el partido de la U con la Católica, y disfruté enormemente cuando hace un par de años le sacó ventaja en el último partido y ganamos el campeonato.
En un documento que se llama El futuro de las universidades públicas, para explicar dos situaciones usted recurre a dos tangos: Cambalache y Margot. ¿Por qué y desde cuándo la afición por los tangos?
Me gustan mucho los tangos, de siempre, siempre. El tango junta muchas cosas. Hay una gran poesía, una poesía popular preciosa; la visceralidad de la música sin lugar a dudas y, también, hay una parte de la historia, que tiene que ver con la inmigración italiana a Sudamérica que me identifica. Y el baile es precioso. No tengo talentos de bailarín, pero realmente el baile es muy lindo. Entonces, se junta todo.
¿En qué momento descubrió el tango?
Creo que es una cosa muy de la infancia porque en la casa había muchos discos de tango. Yo me quedaba horas escuchándolos. Había unos discos de Gardel, desde luego, y de otros. Y después ya desarrollé, como siempre ocurre con las cosas que a uno le gustan, una cultura propia y ahí terminé siendo experto y me gusta mucho.
¿Algún otro género además del tango?
La ópera sin duda. Me emociono mucho con la ópera, Verdi, Puccini, Donizetti. También sé bastante de ópera. Confieso que no tanto como de tango.
Nombró sólo compositores italianos…
Mozart. Don Giovanni, por supuesto que me gusta. Pero en general uno está más vinculado a la ópera italiana, eso es cierto. Carmen es preciosa, don Giovanni es preciosa.
¿Y en música popular?
Me gusta todo lo que es música popular; Jacques Brel, la Edith Piaf, los cantantes de la música italiana, en general me ha gustado siempre toda la música popular. La música popular latinoamericana mucho. Mercedes Sosa.
Una generación muy vinculada a esa música de identidad continental. Además cantantes como Alfredo Zitarrosa. Reconozco que nunca fui muy aficionado de Los Beatles cuando tenía la edad, porque yo soy de esa época. En 1963 yo tenía 13 años y de hecho yo estaba en Estados Unidos, en Boston, cuando llegaron los Beatles a su gran gira, cuando actuaron en el show de Ed Sullivan. Después reconocí que realmente era una música soberbia, pero en su momento no fui muy aficionado a esa música.
¿Y de los chilenos?
La Violeta Parra, la Margot Loyola, el Quilapayún, el Inti Illimani, sin lugar a dudas. Había muy buenos cantantes en ese tiempo. La Cecilia era una excelente voz.
Mencionó que en 1963 estaba en Estados Unidos
Viví un año en Estados Unidos con mi familia. Mi padre fue como profesor a la Universidad de Harvard, en Boston, y llevó a toda la familia. Cursé un año académico en un buen colegio; el equivalente a un Tercero Humanidades (Iº Medio) chileno; de hecho era el IXº grado porque allá no se renombra sino se sigue del Primero al Duodécimo.
De esa experiencia ¿qué es lo que más rescata?
El colegio. Conocer Estados Unidos desde luego, era un colegio de muy alto nivel y fue muy importante sin lugar a dudas. A los trece años, desde todo, de las matemáticas, la ciencia, pero sobre todo lo que aprendí de literatura inglesa, los ramos de historia que era una perspectiva muy distinta la forma de estudiar y entender, fue una experiencia muy importante.
El Consejo Normativo Superior y la carrera académica
En 1971, en representación de los estudiantes, es elegido como miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Normativo Superior, donde “se hicieron transformaciones enormes en lo que era la universidad; o sea, la universidad que conocemos hoy día no tiene nada que ver con la universidad que había antes, y eso fue gracias a ese movimiento estudiantil. Como siempre suele ser, la participación estudiantil era muy responsable. Las fotos causarían risa hoy día porque a las asambleas de la reforma íbamos con corbata, porque esa era la usanza de la época”.
¿Qué recuerdos tiene de su vida como estudiante?
Conocer a grandes profesores, muy inspiradores. Conocí gente de inteligencia excepcional, brillante, con un enorme compromiso con la docencia. Como siempre suele ocurrir con los jóvenes, uno no valora mucho eso, pero realmente la dedicación, el esfuerzo que le dedicaban a la docencia todos estos grandes profesores era realmente impresionante y es como para estar muy agradecido. La condición que uno vivió, también, de prácticamente no pagar nada por estudiar generaba un sentimiento muy fuerte de solidaridad a tal punto, por ejemplo, que en mi curso en que mucha gente emigró a raíz del golpe o lo que fuera, hoy día se formó una gran Fundación en la cual se colocan fondos para ayudar a becas y cosas por el estilo. Da una idea de lo que implicaba el sentido de compromiso que esa educación generaba y que es obvio e inevitable compararlo con la dificultad que hay hoy día para que la gente se vaya a consultorios o cosas por el estilo. Era una generación en ese sentido muy marcada y muy especial.
En un momento político difícil, usted tuvo compañeros detenidos-desaparecidos
A raíz del golpe de Estado hubo compañeros de curso detenidos-desaparecidos. Hay muchos, Carlos Lorca, Jorge Klein, son varias las personas que fueron estudiantes y que fueron detenidos-desaparecidos y eso es una herida que a uno lo marca mucho, lo impresionante que fue la tortura.
Creo que uno queda tan marcado por eso que de alguna manera lo tiene muy presente y siente que la responsabilidad de quienes están tomando decisiones en la vida política es enorme. Y, desde luego, un muy especial sentido de protección para con los jóvenes: procurar que no vuelva a ocurrir una situación en el país que los ponga en riesgo ni que ellos se pongan en riesgo.
¿En qué momento decide ser académico de la Universidad?
Es una decisión de siempre. Por qué, porque además me gustaba mucho la investigación; o sea, desde joven sabía, desde recién ingresado, que lo más probable seguiría el camino de la investigación y por lo tanto me vincularía a la universidad. Cuando egresé fue muy importante el apoyo y la receptividad que tuve de Fernando Monckeberg, sin lugar a dudas.
¿Cómo llegó al INTA?
A Fernando Monckeberg de alguna manera lo conocía de antes, en parte por mi padre, y él fue extraordinariamente acogedor. Tengo que agradecerle mucho porque de no haber sido por él, probablemente habría sido difícil ingresar a la universidad porque había sido dirigente estudiantil. Su valentía, que por lo demás la tuvo con mucha gente del INTA, porque nunca permitió que alguien fuera discriminado por motivos ideológicos o políticos. Yo tengo que agradecerle a él la posibilidad de haber entrado por lo menos fácilmente. A lo mejor hubiera podido entrar en otras circunstancias, en otra parte pero la forma como él lo hizo y las facilidades que él me dio cuando yo inicié mi carrera académica son enormes.
¿Por qué se dedica al tema del sueño, cuál fue su inquietud como investigador?
A mí me gustaba la neurociencia, probablemente más la proyección de la neurociencia hacia la conducta, y el sueño está como en el límite, si usted quiere, entre la neurología y la psiquiatría. Qué funciona distinto en el cerebro cuando uno está despierto, cuando está durmiendo y no sueña y cuando está soñando. Y si uno entiende eso, y yo creo que esa es la promesa que lo hace a uno meterse en ese campo, si uno entendiera eso, está entendiendo la relación mente-cerebro, y es como un experimento gratis que está ofreciendo la naturaleza todo el tiempo, entender las bases neurales de la conciencia.
Posteriormente descubrí en el sueño cosas apasionantes, como por ejemplo, la relación entre el sueño y un tema más amplio que son los ritmos biológicos. Trabajé mucho en sueño y cronobiología, que son los determinantes que nos hacen ponernos en relación de fase con el ciclo luz-oscuridad, que es uno de los objetivos principales del sueño.
Y eso lo lleva a Harvard a estudiar
Exactamente, exactamente. Fue una cosa muy afortunada porque cuando yo estuve allá se popularizó el estudio de los ritmos circadianos, que es una cosa que se había estudiado muy poco. Comienza muy incipientemente; en ese tiempo era muy incipiente la idea de la medicina del sueño. Es una cosa de locos cómo la apnea, que era una cosa tan obvia se viene a describir recién entonces.
Y lo otro que es importante para mí es que surgen los computadores personales, y de estos computadores personales absolutamente primitivos como el Apple II aparecen, para que los mismos usuarios los trabajen, las primeras interfaces que van a permitir, por ejemplo, que uno pueda meter una señal bio-eléctrica o una señal eléctrica cualquiera al computador y que el computador la lea y la digite, lo que era una cosa muy primaria. Entonces yo comencé en Estados Unidos con un Apple II a hacer lo que fue probablemente el primer sistema para estudiar sueño en forma automatizada en colaboración entre Harvard y el MIT.
Desde Rectoría, ¿cómo ve al INTA?
Lo veo como un ejemplo extraordinario de lo que es la misión de la Universidad de Chile. Pienso que muchas otras universidades pueden desarrollar exitosamente programas de muy alta tecnología y nivel médico, pero lo que convoca al INTA en primera instancia, que es solucionar el problema de la desnutrición infantil en Chile, creo que necesita la capacidad intelectual y humana excepcional de Fernando Monckeberg, pero también se necesita a esta Universidad que piensa a Chile en su totalidad. Y eso marca muy exitosamente la idea de interdisciplinaria que tiene el INTA. Un grupo cohesionado en torno a un objetivo superior, y eso hace que ese grupo se mantiene y por su éxito va a seguir teniendo una cantidad de tareas que tienen que ver con la nutrición y las cuestiones de país, las políticas nacionales.
¿Cuál es el rol de la Universidad de Chile hoy?
Yo creo que ese rol lo da su condición de constructora de espacio público. Y yo creo que hoy día hay consenso en el país de que es necesario que la Nación, que el Estado de Chile, como lo hacen todos los países del mundo, tenga una instancia que le permita influir decisivamente en la marcha de la sociedad de manera crítica. Eso ocurre en todos los países del mundo, me gusta mucho insistir en eso. Cuando la Universidad de Chile forma un especialista está favoreciendo a todo el mundo, incluyendo al sector privado obviamente. El sector privado vive de los especialistas que hemos formado nosotros.
Yo creo que eso da un sello a la universidad, yo creo que da un sello a la persona que aquí se forma y que aquí trabaja, sin lugar a dudas. Por eso es que esta universidad genera un sentido de identidad increíble. Yo creo que no hay institución en el país de la cual la gente se sienta tan orgullosa, de pertenecer a ella, de trabajar en ella, de estudiar en ella, o ser ex alumno de ella como ésta.
En el documento “El futuro de las Universidades públicas” usted plantea que “La educación pública se ha visto castigada en Chile por los esfuerzos desvergonzados (1973-1990) y vergonzantes (1990- ) por allanarla, aplanarla, desolarla”
Yo creo que el sentido que tiene el desvergonzado es que es algo que no se oculta. Es verdad, ‘nosotros vamos a destruir la Educación Pública’, casi se dice con todas sus letras, y a mucha honra. Eso es lo que dicen. Digo desvergonzado en el sentido de que el gobierno militar no tiene reparos en reconocer que no le interesa lo público, que no le interesa ni la salud pública ni las universidades públicas, ni los liceos, y que cada uno de los chilenos tiene que esforzarse por tener ingresos que les permitan pagarse una buena salud y una buena educación, por colocar dos ejemplos.
Y vergonzante es porque debería haberles dado un poquito de vergüenza lo muy poco que hicieron para restaurar, en ese momento, los personajes que estuvieron a cargo de la educación y de la política chilena. Creo que, obviamente, hay un primer momento en que está la sombra de los militares todavía muy al acecho. Estoy de acuerdo que en ese momento hayamos tenido mucha prudencia, pero después más bien es que les estaba gustando el modelo. A eso me refiero por vergonzante.
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