Oct 17, 2013 nutyvida Perfiles Comentarios desactivados en La Poesía de la danza contemporánea
Natalia Schonffeldt Peña tenía 6 o 7 años cuando por una puerta entreabierta en una casa de calle Almirante Barroso vio una clase de Ballet. Ese día, en compañía de su mamá, había ido a esa Escuela de Arte porque creía que quería estudiar violín. “Mi mamá cuenta que le dije ‘quiero estudiar ballet’. Y de ahí me metí en un túnel del que no he salido más hasta el día de hoy. Me fui enamorando en el camino”, dice.
«Yo estudié acá en el Conservatorio de la Chile desde los 10 hasta los 18 años; todo el día, de dos de la tarde a siete y media de la noche. Y en la mañana colegio, un colegio especial”. Natalia estudió en el Instituto de Estudios Secundarios, ISUCH, un establecimiento educacional dependiente de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, que tiene como objetivo central otorgar formación escolar regular a jóvenes con talento sobresaliente en el campo de la música, la danza y las artes visuales. “Me titulé a los 18 años de Intérprete Superior en Danza, una carrera profesional que es muy loca porque estudias cuando eres chica, porque no hay otra alternativa».
“Éramos 100 alumnos en todo el Colegio, todos artistas. En mi curso había un violinista, dos percusionistas, guitarristas, pintores, bailarinas. También tengo recuerdos un poco ingratos. Cuando chica mi mamá no me dejaba hacer todo. Por ejemplo, un tiempo yo quise jugar básquetbol y me dijo que no porque si era bailarina me podía quebrar un pie, que era muy duro o algo así. Detalles de cabra chica. Cuando yo entré éramos veinticinco bailarinas; en una audición gigantesca quedamos veinticinco y nos titulamos cuatro. Fue una carrera de mucho rigor y que mucha gente abandonó en el camino».
Integrante desde los 19 años del Ballet Nacional Chileno, la primera compañía profesional de danza contemporánea de Chile, y nominada a los Premios APES el año 2007, recuerda que mientras iba al Colegio su papá “estaba asustado”, que le decía “cuando salgas baila un par de años, después estudia una carrera como Kinesiología”. Pero cuando me titulé, continúa Natalia, “me empezó a ir tan bien que valía la pena, se podía ser bailarina en este país; es difícil, pero se puede. No todo el mundo, pero se puede. Yo siento que tengo un privilegio, que me lo he ganado con mucho esfuerzo. Se puede vivir bien si es que uno trabaja bien”. Aunque “no soy bailarina de Ballet”, dice Natalia “igual me fascina el Ballet Clásico. Como técnica, es súper importante para cualquier bailarín profesional. Siendo una compañía contemporánea, nosotros tenemos entrenamiento de Ballet Clásico tres veces por semana, más dos veces a la semana de Contemporáneo. Para nosotros es una base importante en nuestro funcionar”.
“Nosotros ocupamos mucho el suelo para bailar”, aclara, “es una herramienta súper importante dentro de la Danza que el Ballet Clásico no la tiene. El Ballet casi siempre cuenta una historia, una narrativa, la Danza Contemporánea en ese sentido no; hay mucha más libertad de movimiento, de improvisación, sobre todo con las nuevas tendencias”.
Con todo lo que admiro a las bailarinas de Ballet, y me encanta ir a verlas, a mí me gusta más la teatralidad, tengo un rollo con eso, con la poesía, con la interpretación, por ahí va mi cuento y en la Danza Contemporánea se trabaja en ese sentido.
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