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Luis Valladares Boasi, La abuela y la elefanta

Oct 05, 2015 nutyvida Perfiles Comentarios desactivados en Luis Valladares Boasi, La abuela y la elefanta


“Siempre me ha llamado la atención que la mujer es el único ser vivo que sigue viviendo muchos años después de que sus ovarios han dejado de funcionar, en todas las demás hembras la función ovárica prácticamente va con la vida, siendo capaces de reproducirse hasta muy avanzada edad, algo imposible para el ser humano”.

Bioquímico, Profesor Titular, Académico INTA Dr. Fernando Monckeberg, Universidad de Chile. 

luis_valladaresSilencio en Santiago. Seis de la mañana y la ciudad duerme, el sol aún no aparece, son pocos los autos y personas que transitan pero, a pesar de la oscuridad, el día se acerca rápido y el profesor Luis Valladares lo sabe. A esa hora en el living de su casa suenan las partitas para violín y piano de Bach, compañía perfecta para la lectura de libros sobre teoría del conocimiento y evolución o epistemología, ambos temas relacionados con su trabajo. “Duermo muy poco, me levanto entre 6 y 6.30, tomo mi desayuno le preparo algo a mi señora, leo un poco escucho música y luego me voy al trabajo. Mis horas preferidas son éstas porque trabajo de lunes a viernes y cuando vuelvo a casa estoy cansado. Pero lo ideal es el fin de semana, especialmente el domingo porque puedo ocupar toda la mañana”.

Desde hace algunos años la fotografía llegó a su vida y como el académico es autodidacta y comprometido con lo que hace su biblioteca comenzó a llenarse de nuevos libros sobre el tema. Reconoce que el trabajo con la cámara provocó cambios en su vida porque lo llevó a observar la realidad de otra forma, especialmente la luz y eso lo tiene entusiasmado. “Me di cuenta que siempre estoy pensando en los cambios de color y las sombras, porque las perspectivas son tan distintas dependiendo de las horas del día y eso lo descubrí con la fotografía. Porque en realidad esos cambios siempre han estado ahí pero no me había detenido a observarlos”.

Sábado cinco de la tarde, el profesor Valladares camina por el barrio financiero de Valparaíso justo frente al reloj Turri decidido a tomar el ascensor del mismo nombre, en su espalda carga su equipo fotográfico y en su mente la idea de captar un nuevo y especial momento de luz. Es curioso y busca puertas antiguas, de madera noble como dice él, colores gastados y texturas que expresen el paso del tiempo y, para esto, los rincones del puerto son ideales. Junto a su esposa Margarita, su hija Lida y su nieta suelen viajar los fines de semana al departamento que tienen en Viña del Mar para descansar en familia y seguir perfeccionando su hobby. Cuando no tiene tiempo para salir de la capital el sector de Santa Rosa con la Alameda es el tipo de barrios que visita porque definitivamente le atrae lo antiguo, lo viejo, aquello que carga historia y sabiduría. Inquietud que aparece también en su trabajo e investigaciones dedicadas siempre a temas hormonales, variando sólo la parte del cuerpo humano en la que se aplica, por ejemplo trabajó en eritropoyetina en médula ósea, en estradiol y melatonina en testículo humano, melatonina en testículos y actualmente con, entre comillas, hormonas vegetales, en la mujer con menopausia. Porque si hay algo que lo motiva es el paso del tiempo y las huellas que deja en el ser humano, tema que desarrolla en los laboratorios y en la calle intentando fotografiar rostros, tarea compleja ya que es difícil que las personas se entreguen a un fotógrafo para que capture sus facciones y miradas. Le llama la atención la fuerza de las expresiones de los rostros porque cada detalle es una marca que esconde experiencias, es como el mapa de la vida de un ser humano y es un desafío capturarlo.

La teoría de la abuela 

En medio de la selva africana una familia de elefantes camina hacia el horizonte mientras el sol se esconde tras cada uno de sus enormes pasos. La manada es guiada por la matriarca del grupo, una hembra que ya no se reproduce, pero que conduce a sus hijas y nietas, que sí lo hacen. Los elefantes tienen en común con la raza humana su gran cerebro, su inteligencia y gusto por la vida social, además de compartir algo bien especial con la mujer: la menopausia, un estado casi exclusivo de los humanos porque los únicos “animales” que viven tanto tiempo después de que su sistema reproductivo deja de funcionar son la mujer y las elefantas. Son de las pocas especies que experimentan la menopausia. La mayoría de los animales puede reproducirse incluso antes de morir. Los elefantes reconocen el legado que carga la hembra valorando la experiencia que ha acumulado la matriarca, por eso le dan del puesto de guía, porque entienden que su sabiduría la ayuda a tomar decisiones acertadas para el grupo. Misma costumbre que existía en los antiguos clanes, tribus y pueblos originarios respecto de la mujer.

Es la tradición, la importancia de las raíces y la sabiduría de los abuelos lo que respeta y admira el profesor Valladares, quizás por su origen italiano, específicamente genovés, que lo llevó a vivir una infancia y juventud bien aclanada. Las vacaciones se pasaban en casa de la abuela en Cartagena, los dos meses de verano se compartía en familia con primos y tíos. Este hombre sencillo y hogareño creció entre dos mujeres, su abuela y su madre de quien heredó el gusto por estar en casa. Típica mujer europea, dice cuando la recuerda, dedicada exclusivamente a la cocina y a la educación de sus hijos, algo importante para ella ya que nunca pudo seguir estudios formales porque su infancia la vivió emigrando entre Italia, Argentina y Chile. La costura fue otro de sus quehaceres, “mi casa de chico estaba llena de maniquíes por todos lados y un día me castigaron porque después de ver una película en el cine ocupé uno como enemigo y lo rompí completo”, recuerda con cariño el académico y agradece también haber tenido la oportunidad de compartir con su abuela hasta los 104 años y conocer, hace dos años, Chiavari, la ciudad desde donde emigró junto a su madre, allá en el norte de Italia. “Siempre le pregunté a mi abuela cómo estaba y ella me respondía, al final de sus días, cómo quiere que esté mijito si tengo 104 años duermo una hora y después todo lo que hago es recordar mi viaje desde que salí de Italia. Fue tremendamente triste para ella porque fue quedando sola, murió su marido, su hija -mi madre- e incluso uno de sus nietos, mi hermano Pedro, entonces ella fue la última de toda su familia y se sentía sola”. A pesar que desde niño estuvo cerca de su abuela, porque vivía a pocas cuadras de su casa, nunca habló bien italiano porque dice que su acento era extraño, pero lo que sí aprendió fue que la vejez es una etapa difícil y que los nietos son energía vital para los abuelos.

Su investigación de más de 15 años 

Lleva más de quince años trabajando en el tema preocupado por la serie de descompensaciones fisiológicas que le ocurren a la mujer; el hecho de que la disfunción del ovario la lleve a manifestaciones de no confortabilidad le inquieta y se ha dado cuenta que una dieta adecuada ayuda a contrarrestar estas emociones. Actualmente estudia la soja y ha obtenido resultados que confirman la probabilidad de que este alimento aminore muchas de estas sensaciones, “lo paradojal es que en países asiáticos la mujer tiene muy bajos niveles de cáncer mamario, por ejemplo, y no tiene sensaciones de bochorno, o el nivel es muy bajo y todo eso se ha atribuido a la alimentación y pareciera ser que la soja tiene bastante importancia en esto”, dice luego de cumplir varias etapas que le han permitido ir avanzando en este camino, tal como ocurre en cualquier profesión cuando las personas se interesan por un área específica y se especializan en ella. En Chile no hay otros investigadores en este campo sobre la soja y en Latinoamérica muy pocos, por lo que lo sus publicaciones son un referente importante a nivel latinoamericano, así como las exposiciones que ha realizado en Mar del Plata, Asunción o La Habana.

A través de la nutrición busca devolverle la vitalidad a la mujer en esos años en los que ella cumple un importante rol relacionado con la transmisión del legado familiar, tal como lo reconocen los elefantes o los antiguos líderes de las tribus. Ha leído diferentes hipótesis sobre el tema, algunas incluso recogen varias cosas de los italianos, como la teoría de la abuela, que cree que todo está dado para entregarle continuidad al clan, es por esto que muchas mujeres cuando se casan quieren vivir cerca de sus madres, por el apoyo que ellas le dan a la estructura familiar.

El impacto que tiene la abuela en la crianza de los nietos es algo que experimentó el profesor Valladares y piensa que es este impacto lo que habría llevado a la mujer, de forma evolutiva, hacia la menopausia. A pesar de que los ovarios pierden su función reproductiva la mujer continúa viviendo bastantes años, incluso a veces la mitad de su vida lo que parece ser una razón social – evolutiva, muy distinta a la conducta de los animales que rápidamente se despegan de su madre. A pocos días de nacer las aves se lanzan en su primer vuelo, los peces y pingüinos se sumergen bajo los océanos y los monos se encaraman hacia las copas de los árboles para alcanzar su alimento. Cada uno a su modo y en su hábitat aprende rápidamente a vivir y cuando se acerca la hora de la muerte, la abuela pingüino, la abuela pez, la abuela mona y casi todos los animales pueden incluso dar a la luz antes de dejar la tierra.

Un nómade se asienta en el sur 

Lida y Pedro, los padres de Luis Valladares, se conocieron en Santiago. Él zapatero remendón de Talca y constructor civil, ella una joven italiana que por esos años vivía en calle Victoria junto su familia que tenía un negocio llamado El Triunfo, típico nombre con el que los emigrantes bautizaban sus sueños. A Pedro le tocó trabajar en la pavimentación del barrio justo frente al negocio y así conoció a Lidia con quien formó la familia Valladares Boasi. El Llano Subercaseaux, en la Gran Avenida, fue el barrio donde este hijo de emigrantes pasó su infancia y, a pesar de haber vivido una etapa escolar difícil, paradójicamente ha dedicado la mayor parte de su vida a enseñar y dar clases, actividad que dice realmente alimentarlo. Comenzó el año 1971 y nunca ha dejado de hacerlo, excepto durante los tres años que hizo su postdoctorado en Estados Unidos. “Para mi es muy importante la docencia, afortunadamente no me han tocado cursos grandes entonces es más bien una conversación con los estudiantes. Una de las mayores satisfacciones que me ha dejado mi trabajo es la vida universitaria, dar clases, realmente eso es lo que me produce una real satisfacción. Dialogar con los muchachos y ver el entusiasmo que tienen me renueva y me hace recordar el entusiasmo de mi juventud”.

Se podría decir que fue un niño nómade, expulsado de varios colegios, no por falta de interés sino por un tema de dislalia que le trajo problemas de aprendizaje. De esos años recuerda sentirse frustrado porque los profesores lo comparaban con sus hermanos y él no podía avanzar al ritmo de ellos. “Creo que mis padres nunca me comprendieron porque yo aprendí a hablar más tarde que mis hermanos, mi rendimiento en los colegios no era bueno y todo el tiempo me comparaban con ellos, que eran muy buenos estudiantes, lo cual a mí me indignaba. Me rebelaba frente a eso, entonces me expulsaban de los colegios por eso tuve un derrotero de muchos y creo que para mis padres fui un niño difícil”. 

El hombre político 

Estudió varias cosas, entre ellas tres años de matemáticas puras en el Instituto Pedagógico. Luego se frustró porque no le gustaba lo que estaba estudiando, rompió el vínculo familiar y se independizó. Partió a Concepción porque un hermano estaba por allá y le había hablado de una universidad que tenía un campus muy bonito y cuando él lo conoció también le gustó y decidió que el sur de Chile sería el lugar indicado para estudiar Bioquímica.

Durante su etapa universitaria rápidamente puso en práctica los genes que heredó de su padre, quien murió de un infarto el año 1973. Este hombre bohemio, como lo recuerda, dedicó su vida a temas políticos, actividad que quedó plasmada en Valladares hijo quién rápidamente llegó a ser dirigente estudiantil, participando activamente en la Reforma Universitaria. Además, estaba justo en la Universidad de Concepción, el sitio donde nacieron muchos de los grandes movimientos estudiantiles y él puso toda su energía en ellos, por eso dice que no fue un buen estudiante. “Mi padre fue una persona bastante rigurosa en el quehacer y en el vivir, siempre buscó que nos ajustáramos a reglas precisas y eso se lo agradezco porque cuando veo la escala de valores que tengo me doy cuenta que fue gracias a él. A pesar que por la estructura social de la época era mi madre la que se dedicaba a la casa y él, entre comillas, a los problemas políticos, también era muy cariñoso con nosotros, nos inculcó la lealtad que había que tener no sólo con los amigos si no que con las instituciones. Era un radical acérrimo”. En Concepción también conoció a Margarita, la que sería su compañera de vida, algunos años más joven que él y que también estudiaba bioquímica. Pero fue en Santiago, mientras él trabajaba en Antumapu, cuando se reencontraron.

Le tocó hacer de guía turístico para un grupo de estudiantes que viajaron desde Concepción y ahí venía ella, se gustaron y, al poco tiempo, se casaron.

Coraje para seguir el camino 

“Cuando murió mi hermano yo tenía treinta y dos años y no estaba en Chile porque durante esos años estudiaba en Estados Unidos, éramos muy cercanos. Fue muy difícil porque dos meses antes había muerto mi madre y yo tampoco estaba, recién había comenzado mi beca cuando ella murió; cuando me fui ya estaba bastante mal de su cáncer gástrico”.

Muchas veces se ha vuelto a preguntar por qué se fue y reconoce que es una pregunta difícil pero era una época complicada para el país; era 1977 y las oportunidades eran escasas, no existían becas en Chile, muchos estudiantes y políticos eran perseguidos, otros desaparecidos y muchos otros escapaban al extranjero. “Estábamos presionados y por lo tanto si no viajaba perdía la oportunidad, pero es verdad que lo he pensado muchas veces, pero me acuerdo también que mi madre me impulsó a irme, no quería que me quedara quería que siguiera mi camino. El apoyo de mi mujer también fue vital, yo partí primero y a los dos meses ella se fue con los niños”.

Felices años 

Margarita y Luis vivieron casi tres años en Michigan, entre 1977 y 1980, junto a sus dos hijos, Luis que tenía cuatro años y Macarena que tenía uno cuando partieron. Esos fueron los momentos más felices de su vida porque como estudiante de postgrado recuerda que lo único que le preocupaba era trabajar en el laboratorio y avanzar en su investigación y, al estar becado, tenía el tema económico resuelto entonces el tiempo que le quedaba era para compartir con la familia.

Su vida en el INTA 

Antes de partir a Estados Unidos siempre trabajó en próstata, su primer trabajo fue en Antumapu donde siguió investigando el tema de su tesis: acción de la eritropoyetina en tejido óseo de animales. Llevaba tres años ahí cuando se produjo una transformación en la Universidad de Chile y el doctor Fernando Monckeberg le ofreció al laboratorio donde él trabajaba trasladarse al INTA. “Llegué el año 74 al INTA y fue un lugar en el que todos sentimos una especie de cobijamiento, llegamos con el mismo grupo de Antumapu, amigos como Miguel Llanos que todavía está acá, Marco Perreta que ya falleció, José Minguel que jubiló, Walter Sierralta y Patricio Cañas”.

Trabajando en el INTA postuló a una beca de postdoctorado en endocrinología reproductiva que vio en la revista Nature, la que ganó ocupando uno de los primeros lugares. De sus estudios universitarios pasó directo al postdoctorado porque las publicaciones que tenía le sirvieron para cumplir con los requisitos que le pedía el Instituto de Salud de Estados Unidos, de quien recibió un premio. En Estados Unidos su jefa fue Anita Payne, líder en el país por su lucha contra la postergación de la mujer en Norteamérica, su objetivo era llegar a establecer anticonceptivos masculinos. “Lo paradójico es que trabajaba en testículos, que fue el tema sobre el que yo también trabajaba en esa época, pero en gónadas masculinas -en animales de experimentación- en un hospital de mujeres. Recuerdo que de Chile ella admiraba el hecho que la mujer no perdía su apellido cuando se casaba”.

Si hay algo que Luis Valladares pudiera identificar como desafío no es más que la propia rutina de la investigación, actividad en la que cada día existe la posibilidad de encontrar algo nuevo, hacer cambios y avanzar. Cuando recorre su historia profesional destaca su paso por Estados Unidos como lo más relevante por el impacto que tuvo. “En el laboratorio de Anita Payne se demostró por primera vez que el testículo tenía capacidad para producir estradiol. Hasta ese momento se creía que el estradiol era una hormona exclusivamente femenina y por lo tanto la pregunta que se hacían en ese tiempo, tanto en Europa como en Estados Unidos, era qué tiene que ver el estradiol con las gónadas masculinas. Después de analizar varios resultados se descubrió que gran parte de las funciones del testículo y, sobretodo las que tienen que ver con la producción de espermatozoides, están mediadas a través de estradiol”.

Años más tarde el bioquímico se interesó por el tema posmenopáusico etapa en la que es fundamental el estradiol y descubrió que diversas investigaciones demostraban que el estradiol que necesita la mujer, en esta etapa de su vida no proviene todo del ovario, como en la función premenopáusica.

En la mujer posmenopáusica el ovario ya no funciona pero igualmente necesita estradiol entonces cada célula del organismo en su interior produce estradiol pero nunca sale a circulación. Este es el tipo de incógnitas en las que hoy trabaja tratando de lograr la disponibilidad del estradiol producido en las células. Aunque se sabe que proviene de una hormona que es la suprarrenal lo que se busca es favorecer eso ya sea a través de la dieta o a través de la administración externa de sustancias, es decir, medicamentos.

La cuenta pendiente con Chile 

Director de Investigación entre 1994 y 1998, y luego Director Adjunto del INTA con los Dres. Ricardo Uauy y Fernando Vio, entre 1998 y 2010, a pesar de los avances y resultados que los profesionales del instituto alcanzan cada año cree que existe una cuenta pendiente con el país porque es necesario imbuirse más en los problemas atingentes de Chile. “El impacto que en el pasado tuvo el INTA dentro de la investigación nacional fue extraordinariamente grande, creo que fue El Lugar donde se hacía Ciencia Biológica en Chile, en el área de biomedicina”.

Los esfuerzos por terminar con la desnutrición fueron un logro tremendamente importante, pero de esos años ha pasado más de medio siglo y es necesario avanzar. La nutrición con todas sus vertientes: tanto la forma como se alimenta el ser humano, de qué se alimenta, las propiedades y cantidades de los alimentos; puede ser determinante para mejorar la calidad de vida de las personas, no sólo de quienes padecen enfermedades sino también en cada una de las distintas etapas de la vida de un ser humano.


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