Jun 06, 2012 nutyvida Alimentos y salud, Crónica Comentarios desactivados en Mujer, Pobreza y Obesidad: Una problemática Social
Que en Chile existen problemas de obesidad es un hecho. Innumerables estudios dan cuenta de porcentajes y cifras de los kilos de más que atormentan a grandes, chicos, hombres y mujeres de nuestro país, pero los especialistas han detectado un foco importante donde el problema se acentúa: las mujeres de bajos recursos.
Un grupo de profesionales que detectaron el problema se preguntaron las razones de este fenómeno y realizaron una investigación de casi dos años que arrojó interesantes resultados denominado “Consideraciones para la identificación de barreras y potencialidades culturales para el control y prevención del sobrepeso-obesidad en mujeres de bajos recursos”, texto resultante de un proyecto financiado por el Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Salud (FONIS).
Carolina Franch Maggiolo, Paula Hernández, Catalina Ivanovic, antropólogas del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) de la Universidad de Chile, junto al médico pediatra Gerardo Weisstaub, docente e investigador del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), unieron esfuerzos para desarrollar esta investigación cuyo punto de partida fue determinar las razones de que las mujeres pobres estén afectadas por esta seria patología.
“Los datos indican que son las mujeres pobres las que presentan mayor índice de obesidad en Chile y bajo ese diagnóstico nos propusimos indagar porqué se produce”, explica Carolina Franch, quien además reconoce que en los últimos tiempos el problema alimentario ha variado: “Hace 40 años, el problema que teníamos era de desnutrición, pero ahora es de obesidad, y quisimos saber porqué se ha producido este giro y se ha focalizado en los cuerpos femeninos.Sabemos que la gente no come frutas y verduras, y que no se hace ejercicio en nuestro país. Ahora quisimos saber por qué se come lo que se come.”
El doctor Weisstaub profundiza en este tema diciendo que “antes se usaba la desnutrición como indicador de pobreza, y sabíamos que países eran más pobres por cuantos desnutridos habían. Hoy, en muchas partes del mundo y también en Chile, la obesidad es un signo de pobreza, y ya hay estudios que usan la obesidad como un indicador de riesgo social.”
El pediatra advierte que se ha determinado que en nuestro país “los hombres con mayor nivel socioeconómico son más obesos que las mujeres de este estrato, que tienen recursos para gimnasios, más tiempo libre, etc. Pero ¿dónde van al gimnasio las mujeres pobres, o cuándo hacen actividad física?, porque los que juegan los domingos en la pichanga son los hombres, no las mujeres.”
Carolina Franch cuenta que para realizar el estudio realizaron entrevistas en profundidad a 30 mujeres “de perfiles muy diversos, para así encontrar un abanico de formas de alimentarse y de hacer actividad física. Luego seleccionamos a 10 y fuimos hasta sus casas, convivimos un día entero con ellas para no sólo escuchar el discurso, sino que miramos en la práctica cómo ellas hacían las cosas. Nos metimos en sus casas y en sus cocinas, y lo que vimos, y que fue uno de nuestros hallazgos, es que no se trata de que no dispongan de tiempo, sino que ellas no saben planificar. Hay un deterioro en el concepto de planificación, no solamente alimentaria sino también de organización.”
“Ellas tienen tiempos muertos, porque disponen de tiempo entre que el hijo se va y vuelve del colegio, entonces son dos o tres horas que no planifican y no pueden asumir que pueden ocuparlas para ellas”, dice la antropóloga, quien además proyecta ese problema de planificación también a la hora de comer: “Se ha perdido la práctica de planificar los menús semanales, entonces lo que vemos es una rutinización (sic) constante de las comidas. Están cocinando básicamente lo mismo todos los días: el lunes cocino fideos con un pinito, el martes arroz con el mismo pinito, y el miércoles vuelvo a los fideos y luego al arroz, entonces manejan tres o cuatro preparaciones y lo que tengo es que, durante el año tengo sólo tres o cuatro platos.”
Otro aspecto que es destacado es lo que la antropóloga Paula Hernández caracteriza como la “significación cultural de ciertos alimentos, es decir, como las personas valorizan positiva o negativamente ciertos alimentos o preparaciones. Entonces hay algunas que se consideran de pobres, porque existe un antecedente de carencia en la infancia o en la generación anterior.”
“Estas mujeres tienen un imaginario de que la comida no puede faltar y que cuando eran pequeñas, sus madres cocinaban cierto tipo de alimentos que eran <para salvar>. Están muy asociadas a eso las legumbres, los guisos y otros que en el discurso se plantea que son más caros o porque el mensaje nutricional no ha llegado a este sector, pero constatamos que el mensaje ha llegado, es decir, que saben lo que hace bien, pero comer esos alimentos me remite a mi pasado más triste de pobre”, explica Hernández.
Que en Chile existen problemas de obesidad es un hecho. Innumerables estudios dan cuenta de porcentajes y cifras de los kilos de más que atormentan a grandes, chicos, hombres y mujeres de nuestro país, pero los especialistas han detectado un foco importante donde el problema se acentúa: las mujeres de bajos recursos.
El doctor Weisstaub plantea que se ha adoptado un mensaje demasiado normativo que no alcanza a permear las conciencias de los afectados: “Si le preguntas a una madre si le da pescado a sus hijos te responden que sí, pero en realidad no lo hacen. Hemos dado un discurso muy blanco o negro, por ejemplo, que el pan engorda y que no hay que comerlo para ser flaco, y eso no es cierto. Es un discurso desde la salud muy normativo y que no llega a la gente.”
Uno de los factores que el pediatra deja en claro es que la única diferencia que él ve, desde el punto de vista fisiológico, y que podría condicionar más a la mujer a la obesidad es el embarazo: “Un porcentaje importante de las mujeres embarazadas tienen sobrepeso o son obesas, es un factor que el hombre no tiene y que es un factor de riesgo muy importante.”
Para Paula Hernández, durante este periodo también funcionan ideas preconcebidas que afectan directamente la forma en la que las mujeres de estratos bajos se alimentan. “Hay un imaginario que ahí también actúa, porque se viene de un pasado de mucha carencia, y como todavía opera en las creencias el tema de la desnutrición, entonces más vale estar pasada de peso que estar bajo, es decir, la embarazada tiene que comer bien, tiene que estar sanita, lo que es sinónimo de estar gordita”, explica.
En ese sentido, los modelos que priman en los medios de comunicación y en el entorno juegan un rol preponderante en la propia apreciación de lo que es bueno para ellas. Según Carolina Franch, “las concepciones del cuerpo también son diferentes, porque si en mi barrio veo que todas son más bien rellenitas, y yo soy normal, entonces mi concepción es que mi cuerpo es flaco, a pesar de que tenga sobrepeso. Y en eso redundan temas culturales porque si soy la flaca desabrida de mi barrio, tampoco le voy a gustar a mi pareja, o sea, también hay otro cuerpo, entre deseable o no, que disputa con el cuerpo de la clase alta o media que se ve en los medios: Quisiera ser como la flaca del programa Yingo, pero tampoco quiero ser la flaca desabrida.”
Complementa Paula Hernández agregando un concepto que afecta directamente la capacidad de transformar los malos hábitos alimentarios, la “Autoeficacia”: “Es un concepto que se refiere a la capacidad de generar cambios en las propias conductas, y hemos identificado que las mujeres de bajos recursos tienen un nivel de autoestima bastante bajo, lo que impacta finalmente en su autoeficacia. Esto significa que no son capaces de generar cambios para si mismas, entonces, cuando va una mujer con sobrepeso a un médico que le da una larga lista de cosas que no puede consumir, y una muy pequeña de las que sí puede, ella la ve y piensa: “no, yo no voy a ser capaz”, entonces antes de entrar al tratamiento ya lo desecha por completo, porque ni siquiera es que tome algunas cosas o las acomode a su estilo de vida, si no que las ve y cree que es tan difícil que ni siquiera empieza.”
Los investigadores reflexionan respecto de las propuestas del estudio y de la complejidad de la problemática. Los programas impulsados por las autoridades de salud no terminan por generar los cambios deseados en las conductas, algo que grafica el doctor Weisstaub con una frase clave: “Si terminar con la obesidad fuera tan fácil como convencer a la gente de que hay que comer mejor y hacer ejercicio, no estaríamos con tantos obesos en el mundo.”
“Lo que la gente está interpretando, según nuestro estudio, es que lo único saludable son las frutas y verduras, y fuera de eso no hay nada más. Eso es lo que se está interpretando porque entonces queda fuera la carne, el pescado, entonces es necesario pensar lo difícil que es para una señora alimentar a su gente sólo con frutas y verduras”, indica el pediatra.
Gerardo Weisstaub explica a modo de conclusión, que es necesario considerar la obesidad como “un problema social con impacto biológico, y esta es una definición importante si uno quiere hacer intervenciones, porque es un problema multifactorial y ya no alcanza con el equipo de salud para intentar prevenirlo. Se tiene que sumar educación, ciencias sociales, también obras públicas, cosa que no ocurre como política.”
Hernández pone como ejemplo que una de las barreras que ellos detectaron está en el tema de la vivienda y el urbanismo: “En muchos hogares no hay comedor, entonces la gente come a deshora, en el living o en las piezas, viendo la televisión, por separado. También que las mujeres tienen poca posibilidad de usar los espacios públicos, porque las plazas son espacios muy masculinizados, con canchas de fútbol, y las calles son lugares inseguros en una población, y una mujer no puede salir a trotar a las 8 de la noche.”
En este aspecto, el de la actividad física, los investigadores reconocen que el sistema educativo chileno no valora el movimiento, que los padres castigan a los hijos prohibiéndoles los deportes si les va mal en el colegio, asuntos culturales de nuestra sociedad que condena a quienes requieren la movilidad. “Chile no ha podido entender lo que significa un sistema de vida sano, porque siempre se piensa en la dieta, en la restricción y el control, y eso es un muy mal mensaje”, agrega Carolina Franch.
Por todo esto la conclusión es que esta enfermedad debe ser tratada desde varios aspectos, entre lo que el enfoque de género es fundamental, porque hay diferencias entre niños y niñas, y también es necesario considerar un enfoque de pobreza. “Dicho de esa manera, coma menos y muévase más, no se ha podido terminar con la obesidad. Hay que mirar muchas otras áreas del conocimiento, y la salud es uno más, pero los factores son muchos. Un ejemplo: tú puedes ser un buen conductor, pero si la calle por donde vas está destruida, por más que andes despacio vas a estropear el auto.
El esfuerzo individual debe estar, pero si el Estado no provee políticas públicas que funcionen, y que por más que lo intentes te ponen comida chatarra en los colegios, en las esquinas, sin lugares donde hacer actividad física, sin casinos adecuados, no se avanzará. La obesidad es un problema social, no un problema individual, y requiere de políticas públicas fuertes. No podemos seguir jugando a prevenir”, dice Weisstaub.
Para ellos el tema no pasa por la cantidad de grasa que hay en los cuerpos, sino que también considerar que es un problema que genera otros de índole social: “Es un síntoma que reproduce la discriminación y la desigualdad”, finalizan.
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