Recientes investigaciones plantean que el consumo de aceites vegetales no tradicionales, que presentan un importante contenido de ALA podrían ser una alternativa alimentaria razonable y sustentable.

Por:  Alfonso Valenzuela, Profesor Titular INTA, Universidad de Chile; Rodrigo Valenzuela, Académico Escuela de Nutrición y Dietética Facultad de Medicina, Universidad de Chile

Desde hace ya varias décadas, hablar de ácidos grasos poliinsaturados omega-3 (AGPI omega-3) en el mundo de la nutrición y de los alimentos es referirse a «productos saludables”, debido a las múltiples y sólidas evidencias científicas que han demostrado el efecto benéfico de estos ácidos grasos.

Particularmente aquellos de origen marino, como es el caso del ácido eicosapen- taenoico (C20:5 ω-3, EPA) y del ácido docosahexaenoico (C22:6 ω-3, DHA), ambos ácidos grasos en forma conjunta (EPA + DHA) tienen un rol protector en la enfermedad cardiovascular y en procesos inflamatorios crónicos. Por su parte, el DHA tiene un rol activo y trascendental en el desarrollo y la función cerebral y visual.

El ácido alfa linolénico (C18:3 ω-3, ALA) es también un ácido graso omega-3, pero de origen vegetal terrestre y es considerado el precursor de los AGPI anteriores. Inicialmente el ALA fue considerado como un ácido graso esencial sólo durante los primeros años de vida, esto, debido a los primeros hallazgos que establecieron los efectos adversos generados por un bajo aporte de ALA en niños (alteraciones dermatológicas y neurológicas), en la suposición que luego de la niñez este ácido graso no tendría mayor importancia para el resto de la vida. Esta situación se generó, en parte importante, por la baja conversión en el humano del ALA a EPA (4-7%) y DHA (1%), y porque este ácido graso se encuentra en muy bajas cantidades en los aceites vegetales más consumidos a nivel mundial, particularmente en occidente, como es el caso de la maravilla, oliva y maíz (menos del 1% del total de ácidos grasos), soya (7% de ALA) y canola (10% de ALA).

Desde un comienzo, las investigaciones que asociaban efectos saludables relacionados con los AGPI omega-3, se centraban exclusivamente en los efectos del EPA y/o del DHA, sin considerar la potencial importancia del ALA dietario. Sin embargo, el bajo consumo de pescado en gran parte de la población mundial y particularmente en Chile, motivado por muchas causas (disponibilidad, costo, aprovechabilidad, tradiciones culinarias, etc.), sumado a los actuales problemas de menor disponibilidad a causa de la sobre explotación del recurso marino, los cuestionamientos por la contaminación del mar (metales pesados, dioxinas, etc.) y por consiguiente de los alimentos obtenidos a partir de éste, y el menor contenido de EPA y DHA que presentan los peces obtenidos de la acuicultura debido a sustanciales modificaciones en su alimentación (uso de harinas y aceites de origen vegetal), han motivado la búsqueda de nuevas fuentes alimentarias de AGPI omega-3 que permitan incrementar el consumo de estos ácidos grasos en la población.

Aceites vegetales no tradicionales como alternativa alimentaria razonable y sustentable

Recientes investigaciones plantean que el consumo de aceites vegetales no tradicionales, que presentan un importante contenido de ALA (entre 50-65% del total de ácidos grasos) podrían ser una alternativa alimentaria razonable y sustentable para alcanzar el objetivo de lograr adecuadas transformaciones a EPA y DHA, tan necesarias en etapas particularmente críticas del ser humano, como es el caso del embarazo, la lactancia materna y los primeros años de vida.

Un adecuado aporte de ALA, a través de su transformación en EPA y DHA, también tendría efectos saludables en la prevención y/o tratamiento de la enfermedad cardiovascular, entre otras patologías de alta prevalencia.

 Frente a esta situación, nuestro grupo ya ha publicado algunos trabajos en los cuales se ha aportado ALA a animales de experimentación, utilizando aceites con alto contenido de este ácido graso y donde hemos encontrado que es posible modificar el perfil de ácidos grasos del plasma y de diferentes tejidos, constatándose no sólo un incremento significativo en el total de AGPI omega-3, especialmente ALA, sino también de EPA y DHA. Además, hemos observado importantes cambios en la expresión de genes, principalmente a nivel hepático, que son modulados por EPA y/o DHA. Es destacable que actualmente un problema no menor respecto a la nutrición de ácidos grasos poliinsaturados es el importante desbalance en la relación AGPI omega-6/ AGPI omega-3, la cual puede alcanzar valores entre 18-20:1 en muchas poblaciones, realidad muy distante de las recomendaciones actuales que van entre 5-10:1, y donde un desbalance en esta proporción, se asocia directamente con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas e inflamatorias no transmisibles, particularmente cardiovasculares y cerebrovasculares.

Los nuevos aceites en desarrollo e investigación, que aportan altas cantidades de ALA, podrían constituir una muy buena alternativa para desarrollar mezclas de aceites vegetales con una mejor relación AGPI omega-6/ AGPI omega-3, o para enriquecer alimentos con ALA, entre otras alternativas.

Aceite de chía y de linaza: opción innovadora y de bajo costo

Dentro de estos nuevos aceites para nuestro país destacan el aceite de chía (60-65% ALA), cuyo cultivo experimental ya se inició en Chile con el apoyo de FONDECYT, o el aceite de linaza (50-54% ALA), tradicionalmente utilizado con fines industriales y sin considerar su valioso contenido de ALA. El uso de estos aceites que hemos denominado “innovadores” puede constituir una alternativa renovable, no contaminada y de bajo costo para el aporte de AGPI omega-3 para la población, en sustituto o complemento al escaso aporte de EPA y DHA derivado del bajo consumo de los productos del mar. Un tema también importante respecto al aporte de ALA en altas concentraciones, es evaluar su efecto en modificar el perfil de ácidos grasos en diferentes tejidos (plasma, eritrocitos, leche materna, etc.) con el propósito de conocer si la ingesta habitual de estos aceites durante el embarazo y la lactancia materna, por ejemplo, podría mejorar el aporte de AGPI omega-3, a la madre y especialmente al hijo.

Un aspecto fundamental en este tipo de intervenciones es la buena aceptabilidad al consumo de estos aceites, específicamente el de chía, el cual al no presentar olor a pescado y ser de color muy similar a otros aceites vegetales no resulta extraño a las embarazadas y nodrizas.

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