Cuando un agente infeccioso ingresa a nuestro organismo, el sistema inmunológico pone en marcha un intrincado mecanismo que, además de intentar neutralizar y eliminar rápidamente al patógeno desarrollará una “memoria” para protegernos en el futuro de nuevas infecciones contra el mismo agente.

Por:  Dra. Sandra Verbeke, Doctora en Bioquímica, Magister en Inmunología; Jefe de Sección Inmunología, Laboratorio Clínica Santa María

Desde tiempos inmemoriales las epidemias provocadas por enfermedades infecciosas diezmaban poblaciones enteras, tanto que en la antigüedad se pensaba que estas “pestes” o brotes eran castigos enviados por los dioses caprichosos para azotar a la humanidad. Sin embargo en siglo VII, en el lejano oriente y con pensamientos más mundanos, surgen los primeros intentos de controlar y encontrar protección real contra alguno de éstos males ingiriendo o inyectando a las personas sanas los venenos, líquidos o polvos provenientes de lesiones de personas enfermas para intentar mitigar los síntomas o hacerse inmunes a determinadas enfermedades.

Es así como en 1796, durante la época de mayor extensión del virus de la viruela en Europa, Edward Jenner, un médico rural inglés, observó que las ordeñadoras de vacas que adquirían ocasionalmente una muy leve enfermedad llamada “viruela de vaca” o “viruela vaccina” por el contacto continuo con estos animales, no contraían posteriormente la mortífera viruela “humana”. Jenner inyectó entonces el fluido obtenido de la mano de una de estas granjeras a un niño de ocho años quien mostró los leves síntomas de esta “viruela vacuna”. Tiempo después el médico le inyectó con viruela humana, pero esta vez el niño no mostró ningún síntoma ni signo de esta enfermedad. Surge así la primera vacuna, palabra derivada del latín vacca (vaca) y que debe su nombre a este animal involucrado en tan importante descubrimiento para la protección de la humanidad. La brillante observación de Jenner, utilizar una “enfermedad leve” para proteger a las personas de otra similar pero mucho más agresiva y mortal, sentó las primeras bases para pensar que la pre-inoculación con un agente potencialmente infeccioso podía prevenir de infecciones posteriores.

Este conocimiento tuvo excelente acogida en el mundo y se extendió rápidamente. Sin embargo, hasta esa época se conocían las enfermedades, sus signos y síntomas, pero no el agente causal. Es posteriormente Louis Pasteur, el padre de la Bacteriología, en 1880 quien asocia los conocimientos de Jenner a sus descubrimientos microscópicos sobre la existencia de microorganismos y agentes infecciosos productores de las enfermedades, como el cólera, la rabia, logrando elaborar varias vacunas. Comienza desde ese momento una cascada de desarrollo de vacunas maravillosas como las de la poliomielitis, tuberculosis, sarampión, rubéola y muchas más, de uso actual y con las que se han logrado erradicar en el mundo estas devastadoras enfermedades desde hace ya varias décadas.

¿Cómo desarrollamos protección y quedamos inmunizados?

Cuando un agente infeccioso ingresa a nuestro organismo, el sistema inmunológico o “de defensa” pone en marcha un intrincado mecanismo que, además de intentar neutralizar y eliminar rápidamente al patógeno a través de la síntesis de anticuerpos específicos, desarrollará una “memoria” para protegernos en el futuro de nuevas infecciones contra el mismo agente. Esto permite desarrollar una protección, una inmunidad específica que, en la mayoría de los casos, nos ayuda a no volver a sufrir los signos y síntomas de la enfermedad cuando nos enfrentemos a la misma infección. Es gracias a este proceso que la mayoría de las veces no volvemos a cursar la misma enfermedad aunque no está claro aún porqué la memoria inmunológica persiste durante largos períodos de tiempo. Esa respuesta que le permite al organismo “recordar” las características específicas de agente infeccioso después de haber sufrido la enfermedad es la base de la vacunación.

¿Qué son las vacunas?

Las vacunas son suspensiones de microorganismos enteros o fragmentos de ellos, generalmente modificados tecnológicamente, para que mimeticen la infección natural, para que la copien o la reproduzcan en nuestro organismo pero sin provocarnos los signos y síntomas de la enfermedad. Tienen la importante capacidad de desencadenar la respuesta inmunológica como si nos estuvieran defendiendo del agente con el fin de desarrollar la protección o “memoria inmunológica específica” para dicha infección y dejándonos inmunes a la misma pero sin sufrirla. No obstante, es importante tener en cuenta que las vacunas no impiden ni nos protegen contra el ingreso del agente infeccioso, pero sí, y lo más importante, es que nos defienden de la enfermedad que estos producen.

Cuando hablamos de memoria específica es importante recordar que cada vacuna protege solo contra el agente infeccioso y sus variantes para el cual fue desarrollada. Por ejemplo, cuando decimos que estamos vacunados contra la hepatitis, debemos saber claramente si nuestra protección es contra el virus de la hepatitis A, la B o ambas, y eso depende de la vacuna que nos hayan colocado. Se debe tener en cuenta además que no hay vacunas contra todas las hepatitis virales.

Cuando se tienen dudas existen exámenes de laboratorio, que su médico puede solicitarle para conocer su estado de inmunización para una amplia variedad de agentes. También debemos recordar que algunos agentes infecciosos tienen la capacidad de cambiar o “mutar” a través del tiempo. El ejemplo más claro es el caso delvirus de la influenza humana, productor de la gripe, para la cual debemos vacunarnos todos los años y a la que nos referiremos más adelante para entender el porqué y su importancia.

El objetivo de las vacunas es inducir una inmunidad protectora de larga duración, aunque no está claro cuál es el mecanismo por el cual la memoria inmunológica persiste durante largos períodos de tiempo en muchos casos y se necesiten refuerzos (nuevas dosis) de algunas vacunas después de algunos años en otros. Son muchos los factores a considerar tales como el agente contra el que nos vacunamos, el tipo de vacuna (agente vivo, atenuado, inactivado) otros componentes adyuvantes que conforman la vacuna, la vía de ingreso natural del agente, entre otros. Lo importante a tener en cuenta es que, en general, la mayoría de las vacunas necesitan varias dosis para lograr una cantidad significativa de defensas y que para el éxito de la inmunización es necesario respetar las fechas que se indican para las aplicaciones y completar los calendarios de vacunación.

La vacuna como factor de equidad

La historia de la salud pública en el mundo ha estado marcada por las infecciones y microorganismos, su efecto con muertes masivas y epidemias, su prevención y control a través de hábitos higiénicos y tantas otras consecuencias que continúan siendo fundamentales hasta el día de hoy. Las vacunas tienen la virtud de entregar inmunidad a la persona que las recibe, pero también de conceder inmunidad al resto de la población si las coberturas de población vacunada son altas, en general sobre el 80% según el tipo de microorganismo. A medida que ha pasado el tiempo y mejorado la tecnología, los costos han disminuido y el acceso ha sido facilitado en todo el mundo. Su uso masivo convierte al proceso de vacunación en una de las intervenciones de salud pública que más aportan e impactan en términos de equidad, ya que el costo efectividad de las vacunas permite mejorar las condiciones de salud de la población con menos gasto de recursos.

Plan Ampliado de Inmunizaciones (PAI)

Chile está suscrito a las metas internacionales de uno de los planes más exitosos en Latinoamérica –líder y pionero– como lo fue el Plan Ampliado de Inmunizaciones (PAI). El PAI es el resultado de una acción conjunta de los países de la Región y de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aprobado por la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 1974 como medida conjunta para intensificar la lucha contra las enfermedades inmunoprevenibles que afectaban con mayor frecuencia a la niñez del mundo.

Los objetivos iniciales del PAI eran apoyar acciones tendientes a lograr coberturas universales de vacunación para disminuir la morbilidad y la mortalidad de las enfermedades prevenibles por vacunas, erradicar la Poliomielitis y el Sarampión, y mantener niveles de protección adecuado mediante programas de vacunación de refuerzo a edades mayores.

Con la gran experiencia adquirida a través de estos años se han ido creando las condiciones favorables para lograr otro tanto con otras enfermedades como: sarampión, rubéola, rubéola congénita, tétanos neonatal, hepatitis B y algunas enfermedades invasivas por Haemophilus influenzae tipo b (Hib) como la meningitis y la neumonía. En la actualidad este plan ha logrado con creces cumplir su objetivo de transformarse en un bien público, universal y gratuito. Adicionalmente cada país dispone de un Programa de Inmunización adaptado a la situación epidemiológica de cada uno de ellos. Por ejemplo para América del Sur (Chile, Argentina, Uruguay) algunas vacunas recomendadas por la OMS, según la situación epidemiológica de las diferentes zonas geográficas serían Hepatitis A, Antimeningocócica B y C, Fiebre Amarilla, Fiebre Tifoidea.

El Plan Nacional de Inmunización en Chile cubre gratuitamente las vacunas que se detallan y podemos visualizar en el Calendario de vacunación 2012 (Ministerio de Salud) presentado a continuación:

En la siguiente tabla se observa que la vacunación comienza desde recién nacido y cubre al niño en sus primeros años para que al comenzar el jardín y la escuela estén protegidos.

Existen otras vacunas disponibles que están fuera de Programa Obligatorio de vacunas y que son optativas, pero no por eso, menos importantes. Debemos recalcar que para colocar a su hijo o a usted algunas de estas vacunas es crucial consultar con su pediatra o su médico, quien debe evaluar la situación, necesidad, y momento adecuado de colocación de la(s) misma(s).

Algunos tipos de Vacuna
Contra el virus de la influenza (gripe). Todos en algún momento hemos sufrido, en algún año, algún episodio de gripe. Al principio nos parece un banal resfrío, pero rápidamente aparecen sus síntomas típicos de dolor de garganta, fiebre, tos, escalofríos, e incluso vómitos y diarrea y hasta complicaciones que en algunos pacientes pueden conducir a la muerte. La gripe es una enfermedad infectocontagiosa que se transmite fácilmente a través de gotas de fluido del paciente infectado y que puede evitarse simplemente con la vacunación.

El tiempo que nuestro organismo tarda en desarrollar la protección para esta enfermedad es aproximadamente 2 semanas a partir de la vacunación, y a lo largo del tiempo, dependiendo de cada persona, esta protección disminuye. Por eso es posible que la inmunidad adquirida en años anteriores no sea suficiente para evitar la enfermedad el invierno siguiente. Además el virus de la gripe posee un comportamiento impredecible y es posible que sufra variaciones de un año a otro. Por ello la única manera de prevenirla y ayudar a no propagarla es vacunarse cada otoño.

Las vacunas son elaboradas teniendo en cuenta los diferentes tipos –denominados subtipos- de los virus influenza que se encuentran en circulación a nivel mundial. Es importante destacar que podría ocurrir que en un momento dado se produzcan mutaciones del virus de la influenza o apariciones como fue el caso de la gripe aviar, la porcina o H1N1, y que esto derive en un contagio masivo a nivel mundial, ya que en estos casos las vacunas que se disponen en ese momento no serían de utilidad contra dichas cepas. Pero estas situaciones son circunstanciales, y rápidamente se trabaja mundial y mancomunadamente para la creación de vacunas efectivas para estos casos.

Para este patógeno hay grupos más vulnerables que otros en los que se recomienda especialmente la vacunación como los adultos mayores de 60 años, niños entre 6 meses y 2 años, los que sufren enfermedades crónicas (diabetes, asma, fibrosis pulmonar, insuficiencia cardíaca, enfermos renales, inmunosuprimidos), las embarazadas, y grupos de riesgo por contacto y transmisión como el personal de la salud, cuidadores en asilos de ancianos, o que estén en contacto con niños menores de 6 meses. Todo ello, sumado a que la OMS revela que cada año fallecen en el mundo entre medio yun millón de personas por esta enfermedad indica que es importante tomarse la gripe en serio.

En el embarazo. Es recomendable que las mujeres se preocupen de informarse cuales son las vacunas que son recomendables antes de quedar embarazadas y estar protegidas durante su gestación. Hay motivos bien importantes para esto. En primer lugar, hay vacunas que no son recomendadas durante el embarazo (como rubéola, sarampión, varicela), y contraer la enfermedad durante la gestación supone un serio peligro y consecuencias para mamá y bebé. Otro motivo bien importante es que al nacer, el bebé recibe de la mamá las defensas contra algunas enfermedades infecciosas que lo protegerán en sus primeros meses de vida, mientras él madura, pierda los anticuerpos maternos, y comience a recibir sus propias vacunas para fabricar sus propios anticuerpos protectores.

No obstante, no siempre se tiene la precaución de la vacunación previa y son muchas las mujeres que al quedar embarazadas comienzan recién a pensar en este tema. Por ello es importante saber qué vacunas son las que se recomiendan rutinariamente durante el embarazo. Una de ellas es la de la influenza, cuando están gestando en temporada de posible contagio de este virus, ya que es una vacuna segura para madre y feto, con alta eficacia de protección (entre 70 y 80%) y protege al recién nacido durante sus primeros 6 meses durante la temporada de influenza. Otra vacuna recomendada es la de Tétano/Difteria en embarazadas que viven en regiones rurales, protegiendo contra el tétanos neonatal (que suele ser fatal) y también durante los primeros meses de vida del bebé. Por último, aquellas vacunas que están claramente indicadas en mujeres embarazadas si el riesgo de infección es alto son la vacuna contra virus de hepatitis B, rabia (en caso de mordeduras) y tétanos (por accidentes y/o heridas).

Mitos y Leyendas sobre las vacunas


No obstante los claros beneficios que ofrecen las inmunizaciones, existen ideas arraigadas que en ocasiones hacen que las vacunas no lleguen a quienes las requieren, poniendo en riesgo la salud o la vida. Es el caso de afirmaciones como:

“Las vacunas pueden producir enfermedades”: Es un mal entendido frecuente que sólo alude a las leves reacciones que algunas personas sufren después de vacunarse. “No es bueno vacunarse contra muchas cosas ni recibir varias vacunas al mismo tiempo porque se sobrepasa la capacidad del sistema inmune”. No es cierto, el sistema inmune es capaz de responder a una gran cantidad y variedad de agentes. Y de hecho existen varias vacunas que llevan varios agentes en una misma aplicación evitando múltiples inyecciones.

“No debe bañarse a los niños después de vacunarlos” y “Los niños deben vacunarse en ayunas”. Ambos mitos carecen de fundamento.

“Las mujeres cuando están amamantando no deben vacunarse”. La lactancia materna no representa inconveniente para que, ni la madre ni su bebé puedan vacunarse.

Y otros tantos que podríamos enumerar…. Lo que sí no es un mito es que las vacunas han permitido erradicar enfermedades mortales en el mundo entero, son el descubrimiento más importante para la salud pública, y para la humanidad. Consulte a su médico, cuídese Usted y a los que lo rodean. Seamos responsables y utilicemos bien este maravilloso descubrimiento.

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