Chile es un país con una historia muy exitosa en relación a la disminución de la desnutrición infantil; tanto así que se habla del “modelo Chileno de intervención social” para la superación de la desnutrición.
Por: Dra. Camila Corvalán, PhD. en Nutrición Pública – MsC. en Salud Pública, Profesor Asistente INTA, Universidad de Chile
Actualmente todos tenemos conciencia que es importante que los niños recién nacidos o los lactantes pequeños ganen adecuadamente peso. Una madre sabe que si su hijo gana peso es una señal de que está siendo bien alimentado y que tendrá buena salud; por el contrario, si un recién nacido no engorda o enflaquece se genera una señal de alerta y de preocupación.
Múltiples estudios han mostrado que un niño que presenta bajo peso durante los primeros dos años de vida tiene más riesgo de presentar enfermedades respiratorias y diarreas severas entre otras enfermedades que ponen en riesgo su vida.
La importancia de asegurar una adecuada nutrición en estos primeros años de vida es hoy innegable. De hecho, este periodo se considera como “una ventana de oportunidad” para implementar acciones que disminuyan la desnutrición infantil y consecuentemente, la mortalidad.
En los últimos años también ha surgido evidencia de que disminuir la desnutrición infantil resulta importante, no sólo para asegurar la sobrevida de los niños, sino que al parecer también condicionaría la salud de estos niños en el largo plazo. Estudios han mostrado que, en el contexto del ambiente obesogénico actual, el bajo peso al nacer y la ganancia insuficiente de peso hasta los dos años de vida se asocian con la aparición en la adultez de una serie de enfermedades (desde diabetes e hipertensión hasta enfermedades cardiovasculares y depresión). Estas observaciones han dado origen a la teoría del Origen Temprano de la Salud y Enfermedad (Developmental Origins of Health and Disease (DOHaD)) en la que se postula que asegurar un crecimiento adecuado en etapas tempranas de la vida también protegería de la aparición de enfermedades crónicas de la adultez.
Mejor talla: mejor desempeño escolar y laboral.
Un poco menos extendida entre la población es la noción de que en los primeros años de vida también es muy importante que crezcamos adecuadamente en talla. No sólo debemos tener un peso aceptable sino que también debemos tener una medida adecuada. Hoy se sabe que nuestra talla final se relaciona de forma directa con nuestra masa muscular final y por ende, es una indicación de la capacidad física que tendremos para enfrentar las diferentes tareas cotidianas y laborales. Que un niño alcance la totalidad de la altura que le permite su potencial genético es un indicador de una nutrición y un ambiente que favorecerá otras competencias cognitivas e intelectuales.
Se ha demostrado que una mejor talla se relaciona con un mejor desempeño escolar y laboral, e incluso con mayores ingresos. Tanto es así, que en la última década el Banco Mundial ha hecho un llamado a los países, principalmente con economías en desarrollo, para que focalicen sus esfuerzos en mejorar la nutrición en los primeros años de vida porque estas acciones serían una “inversión” crucial para asegurar el desarrollo y la superación de la pobreza.
Recientemente, a la luz de la nueva epidemia de obesidad, nuevas alertas se han incorporado en relación al monitoreo del crecimiento de los niños pequeños. Cuando ya nos sentíamos exitosos de haber transmitido la importancia de asegurar un peso y talla mínima en un lactante, ahora resulta que debemos también transmitir que se debe poner atención a la ganancia excesiva de peso.
Señal preocupante: ganancia excesiva de peso de hijos pequeños no inquieta a las madres.
Lamentablemente, la evidencia muestra que aún no nos ha ido muy bien en esta nueva tarea. Madres de países desarrollados como Inglaterra o Estados Unidos-en los que la obesidad es el principal problema nutricional en todas las edades y en los que las enfermedades asociadas a esta epidemia de obesidad son la principal causa de enfermedad y muerte en la población- declaran que su preocupación fundamental es que sus hijos pequeños no ganen adecuadamente peso, pero que la ganancia excesiva no las inquieta ni les preocupa desde un punto de vista de salud.
En entrevistas de nuestro Instituto dirigidas a madres de niños asistentes a jardines de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (JUNJI), se demuestra que en Chile existe la misma percepción de estos temas. Más preocupante aún, un estudio realizado el año 2007 demostró que si bien en Estados Unidos los pediatras registran el peso y la talla en los controles rutinarios de salud del niño, no utilizan esta información para alertar o darles consejo nutricional a las madres en relación a problemas de exceso de peso.
Evitar la ganancia excesiva de peso de los niños pequeños no es un tema irrelevante. En países en los que la mayor parte de la población tiene adecuado acceso a alimentos (entre otras condiciones adecuadas de desarrollo) se observa que el presentar exceso de peso y el engordar muy rápidamente en etapas tan tempranas de la vida como el nacimiento o el primer mes de vida, aumenta el riesgo no sólo de ser obeso en la adolescencia y adultez, pero también de presentar enfermedades metabólicas como diabetes y alteraciones del colesterol, enfermedades cardiovasculares y algunos cánceres como mama en la adultez.
En el Estudio de Crecimiento y Obesidad (ECO) que efectuamos con INTA, hemos seguido hasta los 8 años de vida a alrededor de 1000 niños preescolares beneficiarios de JUNJI. Hemos reconstruido su crecimiento desde el nacimiento hasta el momento actual y recolectado información detallada de adiposidad y parámetros metabólicos como glicemia y lípidos.
Este arroja que a los 8 años, uno de cada cinco niños es obeso y un número similar presenta a lo menos un marcador metabólico alterado; los niños en riesgo ya desde los 6 meses de vida presentan una ganancia excesiva de peso. Múltiples observaciones que hemos realizado sugieren que en estos niños los primeros 24 meses de vida corresponden a un periodo crítico para la adquisición de adiposidad general y visceral, a la vez que para determinar los niveles de diferentes marcadores inflamatorios y metabólicos.
Lograr el apoyo político es el principal desafío.
Chile es un país con una historia muy exitosa en relación a la disminución de la desnutrición infantil; tanto así que se habla del “modelo Chileno de intervención social” para la superación de la desnutrición. Este modelo básicamente consistió en lograr importantes mejoras sociales (sanitarias, educacionales, demográficas, etc.) en diferentes sectores y asegurar la entrega gratuita de atención de salud y de alimentación complementaria. Estas acciones fueron implementadas por una serie de gobiernos, independiente de su tendencia, lo que permitió que fuesen permanentes en el tiempo.
Los resultados del “modelo Chileno” superaron con creces las mejoras económicas del país. Hoy nuestra situación nutricional es distinta, pero es posible que este mismo modelo de erradicación de la desnutrición pueda ser adaptado y utilizado como referente para disminuir también los problemas asociados al exceso.
El desafío, por supuesto, es muy grande. No sólo consiste en adaptar los programas materno-infantiles existentes (Programa de Salud del niño, Chile Crece Contigo, JUNJI, etc.) para responder mejor a los nuevos requerimientos sin abandonar los del pasado, sino que además requiere convocar a los diferentes sectores (educación, transporte, vivienda, etc.) e incluso a la industria en esta tarea. Lo que aparece aún más complejo, sin embargo, es lograr el apoyo político para que estas acciones sean implementadas y se mantengan en el tiempo.
En este sentido parece clave que sea la sociedad civil la que perciba que asegurar un crecimiento saludable a los niños chilenos es prioritario y se lo exija a las autoridades de turno, independientemente de la tendencia política que tengan.