El ejercicio y la alimentación programada son pilares fundamentales para el tratamiento de la diabetes y, en algunos casos, son las únicas medidas terapéuticas para establecer un control metabólico adecuado. Además de la insulina, el paciente debe seguir un plan de alimentación específico que considera edad, género, estados fisiológicos y patológicos, el estado nutricional y la actividad física, si lo que busca es una vida saludable.
Por Elena Carrasco P. MSc. Nutricionista, Profesor Asociado Facultad de Medicina – Universidad de Chile y Coordinadora del Grupo de Nutrición – Asociación Latinoamericana de Diabetes (ALAD)
La diabetes es un área difícil de la terapéutica, ya que el aumento de los conocimientos en nutrición no implica necesariamente un cambio de comportamiento y por otra parte, la combinación óptima de alimentos aún es objeto de estudio. En este contexto, comprender que tanto la actividad física como la alimentación influyen en una serie de problemas que afectan a los diabéticos -como el exceso de peso corporal, la hiperglicemia, la hiperlipidemia y la hipertensión-, es vital para cualquier tratamiento.
Alcanzar y mantener niveles en rangos normales o cercanos a la normalidad de glucosa en la sangre (glicemia), de presión arterial, además de lípidos y lipoproteínas que reduzcan el riesgo de enfermedad cardiovascular, son algunos de los objetivos generales del plan alimentario Diabetes Mellitus (DM). Durante el embarazo, el mismo plan propone alcanzar un crecimiento adecuado de la unidad feto-placentaria, además de prevenir o retardar el desarrollo de complicaciones crónicas de la diabetes a través de la modificación del consumo de nutrientes y el fomento de estilos de vida saludable. También sugiere evaluar las necesidades nutricionales, considerando las preferencias culturales y la disposición al cambio; así como mantener el placer de comer, limitando el consumo de alimentos sólo cuando existan evidencias científicas.
Los requerimientos nutricionales de las personas, con o sin diabetes, son los mismos, ya que una dieta saludable debe incluir alimentos con carbohidratos complejos, cereales enteros, leguminosas, frutas y vegetales. Lo importante, para que un paciente pueda controlar su enfermedad, es contar con apoyo educacional que le permita comprender la composición de los alimentos e interpretar correctamente el etiquetado nutricional. Si bien, las recomendaciones nutricionales para un estilo de vida saludable también son similares para la mayoría de los pacientes, muchos de ellos presentan, además, dislipidemia e hipertensión arterial y necesitan reducir la ingesta de grasas saturadas, colesterol y sodio. Para el caso de los obesos, la primera indicación es elaborar un plan de alimentación bajo en calorías, de manera de controlar la glicemia, los lípidos y mantener una presión arterial normal. Este tipo de terapia nutricional, unida a la pérdida de peso mejoran los niveles de glicemia a corto plazo y pueden lograr un mejor control metabólico a largo plazo. No obstante, las estrategias alimentarias tradicionales y, aun las dietas bajas en calorías, no tienen un efecto tan beneficioso a largo plazo, por la falta de adhesión del paciente, llegando, incluso, a ser un riesgo.
El sobrepeso (Índice de Masa Corporal, IMC, mayor de 25 Kg/m2) y la obesidad (IMC mayor de 30 Kg/m2) se manejan con una dieta hipocalórica que reduce 500 Kcal diarias sobre la ingesta habitual, aunque la mayoría de las dietas hipocalóricas efectivas contienen 1200 a 1500 Kcal/día. Esto es posible aumentando los vegetales, restringiendo la grasa saturada y eliminando las frituras. Las personas con peso normal (IMC entre 19 y 25) necesitan un plan alimentario normocalórico y, si han logrado mantener un peso aceptable con la ingesta habitual, sólo requieren modificaciones en la contribución de cada grupo de alimentos y no en su valor calórico total. Finalmente, aquellas personas con bajo peso (IMC inferior a 19), sin historia de desnutrición, normalmente carecen de insulina o han experimentado un mal control metabólico, con gran pérdida calórica por glucosuria (presencia de glucosa en la orina a niveles elevados).
Las recomendaciones calóricas y de nutrientes para los infanto-juveniles deben ser iguales a las de los niños y jóvenes sin la enfermedad. Los casos de tratamientos con insulina o tabletas que estimulan el páncreas (para que secrete más insulina), deben aplicar el fraccionamiento de los carbohidratos en comidas y colaciones; los adultos mayores, habituados a tomar onces-comida, pueden reemplazar la cena por papillas lácteas o por la bebida láctea años dorados, del Programa de Alimentación Complementaria del Adulto Mayor (PACAM).