La buena alimentación no es sólo factor de salud y belleza. Es un hecho que también influye en nuestra capacidad de aprender, de razonar, de experimentar, es decir, en nuestro desarrollo cognitivo.
Por: Cecilia Algarín Crespo, Médico Cirujano, Neuróloga; Profesor adjunto de la Universidad de Chile.
En los últimos años la alimentación ha estado siempre en el primer plano de la información. Existe preocupación por el tipo de comida que preferimos, por nuestro peso, y si el balance energético entre lo que ingerimos y la actividad física que tenemos es suficiente para mantenernos sanos.
La causa de esta preocupación, que involucra no sólo a la persona sino a los gobiernos, se debe en gran parte al conocimiento que tenemos respecto a los problemas que derivan de la malnutrición. Si una persona tiene sobrepeso o es obesa corre un riesgo alto de padecer hipertensión, diabetes, infarto cardíaco o cerebral, entre otras enfermedades. Si la persona no come lo suficiente ya sea por voluntad propia o por baja disponibilidad de los alimentos, puede tener alteración en sus huesos, ser susceptible a presentar infecciones, y si es niño o adolescente a un pobre desarrollo pondo-estatural, es decir, a una alteración del desarrollo del peso o la talla.
Por otro lado, la información sobre la asociación entre malnutrición y funciones cognitivas es escasa, por lo cual es necesario conocer algunos aspectos fundamentales sobre la relación cognición-nutrición a través de algunas etapas de la vida.
La cognición (del latín: cognoscere,“conocer”) es la facultad de un ser vivo para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido (experiencia) y características subjetivas que permiten valorar la información. Consiste en procesos tales como el aprendizaje, razonamiento, atención, memoria, resolución de problemas, toma de decisiones y procesamiento del lenguaje.
La alimentación en las primeras etapas de la vida.
El embarazo es un período de alta demanda de micronutrientes esenciales en la formación del sistema nervioso del feto. Entre ellos, los más estudiados son el ácido fólico, el hierro, el zinc, el DHA (ácido docosahexaenoico) y las vitaminas. Hace varias décadas se describió que la deficiencia de ácido fólico (que se encuentra en lentejas, garbanzos, espinacas y melón, entre otros alimentos) aumentaba la frecuencia de recién nacidos con alteraciones en la formación cerebral (anencefalia) o de la médula espinal (meningocele).
Gracias a los estudios de investigación a nivel mundial y nacional, –algunos de estos últimos realizados en el INTA de la Universidad de Chile–, se implementó la administración de ácido fólico a todas las mujeres embarazadas, disminuyendo en una gran proporción el número de niños con las anormalidades mencionadas.
Un tema que genera preocupación en este momento es la tendencia de muchas jóvenes por ser vegetarianas. Esta decisión puede ser perjudicial para la salud de la madre y el feto si no está guiada por un especialista en nutrición que le proponga una dieta adecuada y solicite controles de laboratorio en caso necesario. Las consecuencias de un embarazo no controlado en personas que siguen este tipo de dieta pueden producir en el feto, desde leves alteraciones en el desarrollo sicomotor a severas alteraciones como microcefalia, epilepsia, entre otros. Durante los primeros 6 meses de vida la lactancia materna es el alimento por excelencia, pues contiene los nutrientes necesarios y en proporción adecuada para el desarrollo del bebé. No obstante, la concentración de los aminoácidos (proteínas), ácidos grasos esenciales y micronutrientes (hierro, zinc, etc.) depende de la dieta de la madre.
Anteriormente, los cuidados que tenía la madre que estaba lactando eran mayores que en la actualidad. En los tiempos que corren, las madres tienen prisa por bajar de peso o volver al trabajo, produciéndose en muchas ocasiones deficiencias nutricionales que se reflejan también en la producción y calidad de la leche materna.
Por ejemplo, una madre que no recibe un suplemento adecuado de hierro, podría generar una anemia por deficiencia de hierro en el lactante. Diversos estudios han demostrado
que esta alteración puede influir en el desarrollo de algunas funciones del cerebro que eventualmente podrían manifestarse en alteraciones del desarrollo sicomotor y problemas de aprendizaje, entre otros. Otro ejemplo de la importancia del aporte adecuado de nutrientes, es la cantidad de DHA, sustancia proveniente del metabolismo de la grasa y que es esencial para la formación de las redes neuronales. Un adulto necesita consumir con regularidad pescado, aceite de oliva y frutos secos para conseguir el aporte necesario de este nutriente. Nuevamente, durante los primeros meses de vida el niño sólo lo puede obtener de la leche materna. Si la madre no tiene una dieta adecuada y no tiene información de la importancia de consumir los alimentos que contienen DHA, el lactante podría ver afectado su desarrollo neurológico. Durante los primeros años de vida, para la alimentación del niño no sólo se deben tener en cuenta los requerimientos proteico-calóricos. También es muy importante asegurar el aporte de vitaminas, minerales y todos los nutrientes que van a formar parte del desarrollo de distintos tejidos del cerebro.
No es recomendable que las personas encargadas de velar por esta alimentación, decidan sin previa consulta con un especialista en nutrición, cambiar su dieta aconsejadas por las tendencias modernas, amistades o miembros de la familia.
Una madre que no recibe un suplemento adecuado de hierro, podría generar una anemia por deficiencia de hierro en el lactante. Diversos estudios han demostrado que esta alteración puede influir en el desarrollo de algunas funciones del cerebro que eventualmente podrían manifestarse en alteraciones del desarrollo sicomotor y problemas de aprendizaje, entre otros.
El desayuno: fundamental en el niño.
Establecer hábitos alimentarios en los niños también es de gran importancia. Diversos estudios han demostrado que un buen desayuno se asocia con un mejor rendimiento académico. La costumbre de mantener el ayuno por más de 10 a 12 horas no es aconsejable para un buen funcionamiento cognitivo. El cerebro requiere para su funcionamiento una alta cantidad de energía de fácil acceso, por lo tanto comer adecuadamente es importante cuando tenemos que enfrentar actividades intelectuales.
La dieta mediterránea: disminuye el deterioro cognitivo en el adulto.
En la edad adulta, como señalamos, la preocupación más inmediata es mantener una dieta adecuada para evitar enfermedades crónicas tales como la diabetes, hipertensión y obesidad, entre otras. Si bien el protegerse de estas enfermedades trae consigo un beneficio preventivo, porque disminuyen los riesgos de enfermedades vasculares cerebrales, también es importante habituarse a aquellas comidas que parecen favorecer las habilidades cognitivas. Una de las más populares es la dieta mediterránea, que combina diferentes clases de alimentos, especialmente pescados, frutas y verduras.
Algunos estudios recientes evidencian que una mayor adherencia a este tipo de dieta disminuiría el deterioro cognitivo y la posibilidad de desarrollar la Enfermedad de Alzheimer. Aunque no se puede “recetar” una dieta que “prevenga” el riesgo de demencia, sí se puede aconsejar el consumo alto de pescado, aceites de origen vegetal, verduras frescas, frutas que no tengan contenido alto de azúcar y disminuir el hábito de adicionar sal y azúcar a las comidas.
Tercera edad: la desnutrición como problema.
En etapas más avanzadas de la vida, la desnutrición es un problema importante que afecta a la tercera parte de los adultos mayores. Existe una asociación entre la malnutrición y el deterioro cognitivo, y esta relación es en ambos sentidos. Las personas con demencia tienden a perder peso y a no recuperarlo fácilmente.
Aunque se pensaba que podría ser por alteraciones metabólicas, los estudios no han sido concluyentes para apoyar esta afirmación. Pero sí se ha demostrado en estudios longitudinales (aquellos que han examinado a los sujetos por un período largo de tiempo) que la alteración del comportamiento alimentario, secundaria a la dificultad para comer solo, tragar etc., pone a prueba la paciencia de los cuidadores y por lo tanto es importante que las personas a cargo del cuidado de estos pacientes sean informados y reciban apoyo continuo para mejorar su interacción con el paciente.
El cerebro es uno de los órganos más selectivo y dependiente de nutrientes esenciales para su funcionamiento adecuado. Se ha descrito cómo la deficiencia de algunos nutrientes durante el embarazo puede producir malformaciones del Sistema Nervioso Central. Existe amplia evidencia de la importancia de nutrientes específicos tales como el DHA y el hierro para el desarrollo de las funciones cerebrales. Por otra parte, a medida que la población ha aumentado su promedio de vida, se hace más importante el conocer e informar qué tipo de nutrición podría estimular o conservar las funciones cognitivas y que hábitos favorecerían su deterioro.
Algunos estudios recientes evidencian que una mayor adherencia a este tipo de dieta disminuiría el deterioro cognitivo y la posibilidad de desarrollar la Enfermedad de Alzheimer.