El Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y académico del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) comparte en esta entrevista su visión respecto al rol de la ciencia en la sociedad y sus más de cinco décadas de trabajo, las que serán reconocidas el próximo 26 de septiembre en un homenaje organizado por el INTA.
“Cincuenta y cinco años viajando entre virus y bacterias” es el nombre de la charla magistral que el recientemente anunciado Premio Nacional de Ciencias Aplicadas, Romilio Espejo, dictará el próximo miércoles 26 de septiembre en el INTA, ocasión en que dicha unidad donde ha desarrollado parte de su carrera le brindará un homenaje.
“El colosal avance en bioquímica y biología molecular ocurrido en los últimos 70 años posibilitó la comprensión de los seres vivos, entregando una precisa visión de sus estructuras, funcionamiento y reproducción, y la capacidad para manejarlos. La mayoría de los avances se lograron inicialmente con virus o bacterias y yo tuve la suerte de vivir esta etapa, participando con algunas contribuciones en la comprensión de ambas, las cuales resultaron en aplicaciones inmediatas”, explica el académico respecto a las experiencias que relatará en dicho encuentro abierto en la comunidad.
Parte de esas experiencias serán algunos de sus logros más importantes: la elucidación del mecanismo de activación y de las funciones de los 11 genes del rotavirus y la caracterización de las bacterias que actúan en la biolixiviación, mismos que lo hicieron merecedor del Premio Nacional.
Sus aportes han estado asociados a problemas de salud masivos, pero también a innovación en la economía del cobre. ¿Cómo es que la ciencia debe considerar ambas dimensiones?
Mi acercamiento siempre ha sido estudiar un fenómeno aprovechando los grandes avances que han ocurrido en los últimos 70 años en la biología; la comprensión de los seres vivos, siempre creyendo que el conocimiento va a ayudar a mejorar los procesos industriales y métodos de salud, pero tratando siempre que eso nos lleve a una vida más acorde con la naturaleza y con el medio, y a un mejor estilo y situación de vida.
¿Cómo este enfoque se puede vincular con los actuales escenarios de crisis en materia ambiental donde las ciencias biológicas tienen mucho que decir?
Al obtener el premio uno siente que tiene una tribuna y creo que es el momento para desarrollar más una idea que siempre he tenido de que la ciencia aplicada debe estar dirigida hacia una mejor calidad de vida, y no como ha estado dirigida en los últimos tiempos a la obtención de un producto que pueda ser negociable en el mercado.
Cuando se habla de ciencia aplicada todo el mundo siempre piensa en nuevos productos, y éstos no se van a desarrollar en el mercado si es que no otorgan una ganancia a quien los produzca. Lamentablemente casi todo el desarrollo de la ciencia aplicada en este tiempo se ha dado en esa dirección, por lo que siento que es el momento de que apliquemos la ciencia para mejorar la calidad de vida antes que en negocios.
¿Cómo conciliar ambos planos?
La ciencia nos otorga conocimiento, y ese conocimiento lo podemos usar bien o mal. En los países más desarrollados hay una investigación de los fenómenos, para ver cómo utilizarlo mejor. Conocer, por ejemplo, en la acuicultura cómo se reproducen los salmones, como se alimentan, la genética, y con ese conocimiento ver cuál es la mejor forma para utilizarlo.
Ahora lo que se ha dado mucho en ciencia aplicada es que no se estudia el fenómeno sino que se busca la solución casi inmediata de algún problema. Casi todos los proyectos de ciencia aplicada llevan asociado un cálculo de la tasa interna de retorno o el valor del dinero que se pone en ese proyecto para que sean aprobados, y es muy lamentable.
En ese sentido, ¿qué piensa de la situación de Quinteros?
Tenemos que usar la ciencia aplicada para ver como conciliamos la producción con un ambiente que no sea dañado. Es difícil aceptar lo que se ha llamado zona de sacrificio, que pareciera que para instalar una industria es necesario tener una porque la industria contamina y es inevitable y eso no es así.
Nuestro ideal sería utilizar la ciencia de tal manera que cuando se instale una industria toda la gente esté contenta y eso requiere una nueva visión, un nuevo paradigma. Olvidar un poquito la ganancia inmediata en la aplicación y buscar mejorar la calidad de vida.
¿Cuál es su evaluación del actual sistema científico nacional en miras al nuevo ministerio?
Hace mucho tiempo que se está pensando que un ministerio va a ser útil para el desarrollo de la ciencia en Chile, pero es difícil ser optimista porque el presupuesto de ese ministerio es relativamente el mismo dinero o menos de los que se entregan a la investigación aplicada en Chile.
Claro, va a tener mayor independencia para el desarrollo pero sin una inyección de recursos importante que aumente significativamente los puestos de trabajo en investigación y los proyectos no va a tener un efecto notable.
Yo creo que uno de los mayores problemas que tenemos actualmente es la falta de lugares de trabajo para hacer investigación científica y la falta de proyectos. Tenemos una gran cantidad de jóvenes investigadores muy bien calificados pero que no tienen financiamiento para hacer sus proyectos de investigación o que no tienen lugares de trabajo donde se le les otorgue proyectos. Actualmente muchos vuelven del extranjero a instalarse en el país y encuentran trabajo en universidades privadas donde la exigencia de docencia es mayor y no les dejan tiempo para hacer investigaciones.
Para eso se requiere presupuesto. Tenemos que crear más puestos de trabajo en investigación y financiar un mayor número de proyectos. Tienen que ser competitivos, pero que la competencia no sea tan extrema como ocurre actualmente donde sólo los sobresalientes se aprueban y los calificados como muy buenos, que tienen gran calidad, no se financian.
Finalmente, ¿qué responsabilidad le deja este Premio Nacional?
Yo creo que la mayor responsabilidad que siento es en cuanto a tratar de orientar la ciencia aplicada hacia un nuevo paradigma en función de mejorar la calidad de vida de la sociedad. Para eso es necesaria la actividad política, en el buen sentido de la política de los científicos.
Todo esto me ha llevado a pensar en el INTA. Yo trabajando en el INTA no había logrado dimensionar su tremendo aporte, iniciado por el profesor Mönckeberg con muy pocos recursos. Su intervención fue decisiva en terminar con la desnutrición en Chile. Eso no era negociable. Eso no era un producto que se podía manejar en el mercado. Sin embargo ese aporte del INTA si fuera negociable en el mercado sería de un valor inmenso. El INTA sería el Instituto más rico, con edificios enormes, con equipos elegantes si eso que produjo pudiera negociarse. Pero los grandes aportes no tienen que ir con un beneficio económico. Es por eso que este aporte me parece cada vez más notable.