Los huertos escolares, en conjunto con programas de educación alimentaria, tienen un impacto significativo en la calidad de vida de los estudiantes. INTA, en conjunto con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile y la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), evaluó su factibilidad como herramienta de aprendizaje.
Por Nelly Bustos Zapata. Nutricionista, Magíster en Ciencias de la Nutrición y PhD. en Nutrición y Alimentos. Actualmente forma parte de la Unidad de Nutrición Pública del INTA.
En muchos países los programas de huertos escolares, impulsados por el interés de lograr la sostenibilidad ambiental y fomentar dietas saludables, se han convertido en entornos preferenciales de aprendizaje orientados a la acción. Muchos de estos programas han evaluado su impacto sobre la ingesta de frutas y verduras y las conductas relacionadas: conocimiento, preferencia, motivación, intención de consumir y autoeficacia, es decir, su capacidad de generar cambios a la hora de comer y preparar frutas y verduras.
Se ha demostrado que los niños y niñas que han participado en Educación alimentaria junto con huerto escolar, de toda la oferta disponible, seleccionaron y consumieron más verduras en el almuerzo escolar en comparación a los otros grupos que solo recibieron Educación alimentaria. Esto sugiere que la implementación de huertos escolares por administradores escolares, maestros y educadores en nutrición, sería una forma de influir positivamente en los hábitos alimentarios a temprana edad.
Un programa de educación nutricional en Estados Unidos, implementado de 4º a 6º grado y orientado a aumentar la ingesta de frutas y verduras, utilizó el huerto como aula dos veces por semana. Después de 12 semanas, se logró que 97,8% de los niños y niñas disfrutaran de la degustación de frutas y verduras, de la preparación de bocadillos (93,4%) y de trabajar en el huerto (95,6%) y que aprendieran sobre frutas y verduras (91,3%). Además, se identificó un aumento significativo en el consumo de frutas y verduras nuevas para ellos, y un aumento del consumo de frutas y verduras en el hogar.
También se implementó un programa de huerto escolar diseñado para ayudar a los profesores a integrar la educación nutricional en la sala de clases como una herramienta práctica. Esta intervención concluyó que el trabajo en el huerto potenció actitudes positivas de los estudiantes hacia los vegetales, pero este no modificó el consumo de frutas y verduras.
Los programas de Educación nutricional se potencian, para aumentar el consumo de frutas y verduras, al ser acompañados de la implementación de un huerto escolar, ya que la participación en la experiencia de comer desde la “semilla a la mesa» promovería comportamientos alimentarios positivos. Por otra parte, un estudio de alta eficiencia científica concluyó que existe poca evidencia para apoyar las afirmaciones de que el huerto escolar por sí solo pueda mejorar la ingesta diaria de frutas y verduras en los niños y niñas, a menos que se implemente en conjunto con un programa educativo.
Otro estudio concluyó que implementar un huerto escolar también impacta la actividad física en niños y niñas de escuelas primarias. Se ha observado una disminución significativa del sedentarismo y un incremento en el porcentaje de tiempo con actividad física moderada y moderada a vigorosa medida con acelerómetros. Además, la observación directa reveló que los niños y niñas se mueven más y permanecen menos sentados durante una lección en el huerto que durante una clase en el aula tradicional. De este modo, los huertos escolares pueden transformar el sistema educativo al reforzar el aprendizaje de la salud y la sustentabilidad ambiental.
La experiencia INTA
El Plan Contra la Obesidad Estudiantil de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), “Contrapeso”, propone el huerto escolar como herramienta pedagógica, para que sea utilizada en establecimientos nacionales, con el fin de apoyar la prevención de la obesidad y promover estilos de vida saludables.
El INTA y la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, en conjunto con JUNAEB, evaluaron en conjunto la factibilidad de los huertos escolares como herramienta de aprendizaje, mediante actividades docentes que incluyeron capacitación, implementación de huertos y elaboración de un manual entre otras estrategias, que buscaban asegurar la sostenibilidad del proyecto.
Para este objetivo se seleccionaron 16 escuelas mixtas de la ciudad de Rancagua y de la Región Metropolitana, con un alto índice de vulnerabilidad escolar que tuvieran interés de integrarse al proyecto, alcanzándose una muestra total de 2.068 niños y niñas. Posteriormente, el equipo investigador visitó las escuelas para asegurar condiciones mínimas para la implementación de los huertos.
Paralelamente, se identificaron las percepciones de los docentes respecto a la instalación de un huerto en la escuela y se seleccionó un actor clave en cada una de ellas que cumplía la función de “encargado del huerto”. Posterior a esta etapa, se capacitó a los docentes a través de un curso online de huertos escolares realizado por el INTA.
Considerando la necesidad de entregar un material educativo para utilizar el huerto como herramienta pedagógica, se elaboró un manual de huertos escolares, donde los contenidos fueron desarrollados por un grupo de expertos y las actividades pedagógicas fueron creadas por un equipo de docentes de educación básica, nutricionistas y profesionales de las ciencias agronómicas.
Las actividades pedagógicas fueron validadas con expertos a través de la técnica Delphi y la práctica en terreno. Se obtuvo como resultado un material educativo con consejos prácticos para instalar un huerto y una serie de actividades pedagógicas que pueden ser utilizadas en distintas asignaturas de kínder a 2º año básico. Además, se crearon indicadores para cada una de las etapas del proyecto, para ser utilizados e integrados fácilmente al ejercicio pedagógico cotidiano.
Al terminar este estudio pudimos concluir que el modelo de huerto escolar es factible de replicar, resguardando factores como: la planificación previa de las actividades para utilizar el huerto escolar, horas docentes protegidas, identificar un actor responsable del huerto, disponer de material pedagógico para utilizar el huerto como aula integrando a las distintas asignaturas, tener recursos para la implementación y mantención del huerto e integrar a la comunidad educativa en algunas iniciativas.
Darle continuidad a este tipo de iniciativas fortalece el aprendizaje, el desarrollo biopsicosocial y la integración participativa de la comunidad; generando un cambio de paradigma en la forma de educar.